

Sólo hay una cosa que estaba prevista para mañana y nos fastidia perdernos: las vistas desde la terraza
del Fondaco dei Tedeschi, junto a Rialto. Unos grandes almacenes que han hecho en uno de los
palacios del Gran Canal y cuya terraza han habilitado para subir gratuitamente (y así atraer turistas a
la tienda, claro) previa reserva de día y hora por internet. Es nuevo, esto no existía la última vez que
vinimos. Teníamos reserva para mañana, ¿qué hacemos? ¿vamos allí a probar sin reserva? Es posible
hacerlo, pero tocará esperar cola. Pero espera, que pruebo a ver si me deja reservar con el móvil ahora
mismo, a ver qué hora me da… ¡Coño, que me da hora sin problemas para hoy mismo, cuando
queramos! Pues nada, cojo para dentro de un rato, lo que tardemos en llegar. Pagamos la cuenta, y
allá que vamos.
Llegamos, subimos a la última planta y entregamos nuestra acreditación de entrada justo en hora.
Hemos llegado con puntualidad británica.
Durante 15 minutos (luego despejan la terraza y entra el siguiente turno) contemplamos las vistas
(tejados, sobre todo, como era de esperar) y nos hacemos unas fotos. Es una buena alternativa a subir
al Campanile, sólo que gratis. Hace veintitantos años subí a esa torre de San Marco pagando una pasta
(ahora es mucho más aún) y las vistas no diferían mucho de éstas. Merece la pena cambiar el
Campanile por el Fondaco dei Tedeschi.
Poco a poco, la tarde va avanzando. Queda una última cosa imprescindible que hacer en Venecia:
recorrer el Gran Canal en vaporetto. Es algo que hay que hacer, no ya por la tontería de subir al
barquito, sino porque es casi la única forma de contemplar muchos de los principales palacios
venecianos, cuyas fachadas más espectaculares dan al Gran Canal. Hay que hacer el recorrido
completo,
of course
, así que volvemos a San Marco y cogemos el 1, el más lento, el que recorre el Gran
Canal parando en todos los embarcaderos. Hay que amortizar los 6,5€ por barba que cuesta el billete
sencillo. Y no, no hay
sconti per bambini
, al menos no para el nuestro.