Background Image
Previous Page  57 / 62 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 57 / 62 Next Page
Page Background

Se nos acaba Venecia, pero aún hay una última pequeña excursioncilla que podemos hacer. Nos pilla

de paso, cerca del final del recorrido del vaporetto, y, sin ser nada del otro mundo, es una visita

curiosa. Se trata del ghetto. Les hemos hablado de ello a los niños y tienen curiosidad por verlo. Así

que bajamos en la parada del Casino y echamos a andar por callejuelas por las que no ves ni un turista,

hacia el

ghetto ebraico

de Venezia.

El ghetto no tiene nada, nada de nada, más allá de un par de placas conmemorativas de la persecución

a los judíos en la Segunda Guerra Mundial y un museíto y una sinagoga que no merece la pena visitar.

Pero lo curioso del ghetto de Venecia es que está lleno de judíos ortodoxos andando por sus calles,

con sus tirabuzones, sus sombreros, sus trajes negros… Es un barrio tranquilo, residencial y soso, pero

sentarse en un banco en la placita central del ghetto y observar la vida cotidiana de la comunidad

judía, es peculiar. En una esquina, un adolescente con el traje ortodoxo vende algo en una mesita. En

una trattoria kosher cuya carta tiene más reminiscencias de oriente medio que italianas, una pareja

madura, él con kipá, se toman un vino. Otros dos jóvenes ortodoxos caminan a paso rápido camino

de la sinagoga (¿quizás estudiantes de la Torá debatiendo sobre los textos sagrados? ¿o del partido

del Milan contra el Lazio?). Nada del otro mundo, la vida cotidiana del barrio, pero es como haberse

trasladado a un barrio de Israel por un momento.

Llega el momento de marcharse. Dejamos nuestro banco y echamos a andar hacia Piazzale Roma, a

coger el autobús que nos dejará en el camping. Les preguntamos una vez más a los niños si les ha

gustado Venecia: mucho, les ha gustado mucho, probablemente lo que más de toda Italia.

Ha sido una visita relámpago. Una visita turística de postal. Venecia necesita más días para explorar

sus rincones, para tirarse a descansar en Punta Dogana, junto a Santa María della Salute, para

contemplar San Marco desde enfrente y dejar pasar el tiempo contemplando el tráfico del Gran Canal.

Vivir Venecia es descubrir por casualidad los talleres de góndolas, o encontrar pequeños canales

desecados para su dragado; pasear por barrios donde no hay turistas y sí ropa tendida en las ventanas;

meterse por callejones por los que apenas se pasa y cruzar puentecillos sobre canales de aguas