Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Este pequeño pueblo de la Selva Negra, rodeado de un paisaje cubierto de pinos y abetos, es
conocido principalmente por sus relojes de Cuco y por sus cataratas, las Triberger Wasserfälle, o
lo que es lo mismo, las cataratas del Triberg, una auténtica belleza enmarcada en un paraíso
incomparable.
Triberg es uno de esos pueblos de la Selva Negra que nos ofrece rincones salvajes y bosques de
una belleza insultante, es uno de esos lugares donde me podría perder sólo para comulgar con la
naturaleza. Es quizás lo más cercano a aquel Edén del que tanto nos hablaba la Biblia cuando
dábamos catequesis en el colegio. Aquí la naturaleza parece permanecer inalterable, como si la
mano humana jamás hubiera actuado sobre ella; como si fuera la propia naturaleza la que
determinara la vida humana.
La ciudad es cruzada por las aguas del río Gutach, aguas que antes de llegar, forman el sistema
de cataratas más alto de Alemania, más de 163 metros de descenso. Esta manera que la
Naturaleza tiene de manifestarse, esos momentos en los que nos habla, o mejor aún, nos
reclama, son el principal atractivo de este pueblo que vive fundamentalmente del turismo. Y eso
puede comprobarse cuando se pasea por su calle principal y se ven los comercios donde se
venden los famosos relojes y los objetos tallados artesanalmente en madera; a uno se le disipa
cualquier atisbo de duda que pudiese tener. Triberg es una ciudad que más que ninguna
representa el ideal que tenemos de La Selva Negra: rodeada de naturaleza, colorida, alegre,
turística y muy comercial.
Y hablando de turismo y de relojes, en contra de lo que habíamos leído, los de cuco de Triberg no
están fabricados en Taiwán, al menos los que se venden en las principales tiendas relojeras del
pueblo, que son unas pocas; otra cosa será los que queramos comprar en las tiendas de todo a
cien para regalar a la suegra, que seguro los han fabricado en Namibia.