Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Friburgo (Freiburg im Breisgau)
- Estado: Baden-Württemberg (Alemania)
- Habitantes: 217.547
- Altitud: 280 metros sobre el nivel del mar
- Coordenadas GPS: N 47º 59’ 49’’ – E 7º 51’ 13’’
- Ayuntamiento: Rathausplatz, 2
Mi padre era un disfrutador como pocos de los placeres de la vida, un día decidió quedarse calvo
para no tener un pelo de tonto. Era listo… Por su conocimiento exhaustivo de Alemania, me había
aconsejado visitar Friburgo si alguna vez volvía por el país que me había visto nacer. Su
sugerencia se aproximaba bastante a mi idea de Alemania y, al principio, aunque le escuchaba
como aquel que no toma en mucha consideración las palabras que te suelta tu progenitor en un
arranque de paternidad, las anoté en mi memoria de niño para llevarlas a cabo cuando tuviese la
edad de poder viajar sólo, sin ayuda de mis mayores. Su particular y emocionada descripción de
esta ciudad, terminó como una rotunda afirmación: es la ciudad más limpia y más verde de
Alemania. Mi padre ya me había metido el veneno.
La llegada a Friburgo, es una llegada de sábado por la tarde en Madrid. El tráfico en las carreteras
de circunvalación de la ciudad es intenso. Durante el trayecto, de unos diez minutos
aproximadamente, atravesamos las zonas residenciales de Friburgo. Se ven amplios parques y
jardines, avenidas kilométricas con edificios oficiales y una limpieza inusual en una gran ciudad,
sobre todo si fuese española: en suma, otra ciudad alemana. A medida que nos acercamos al
área de autocaravanas de Friburgo, me siento más impresionado por este país.
Al entrar al área de autocaravanas comprobamos que los sitios libres brillan por su ausencia.
Gracias a la generosidad de un matrimonio luxemburgués, conseguimos aparcar la autocaravana
entre ellos y un italiano con cara de estreñido. Seguro que, empachado de pasta, y sin defecar en
los últimos cuatro días, le ha molestado tanto barullo. Italiano él, se muestra altivo y desafiante
cual pavo real en el zoo de Madrid. Capullos los hay en todos lados.
Una de las grandes ventajas de viajar es que uno va conociendo todo tipo de personas, lo que
ayuda bastante a superar la timidez, y a quitarse absurdos prejuicios infantiles. Los hay de todos
los géneros: masculino y femenino, neutro; variaciones de los anteriores... Pero, sin lugar a dudas,
hay uno que sobresale sobre todos, cuyos miembros pueden pertenecer a cualquiera de los
anteriores y que dejan una huella imborrable en nuestros recuerdos: son los pertenecientes al
género “personas inolvidables”.
Y a ese género pertenece François, Paco como le gusta que le llamen, un luxemburgués que
habla un castellano tan perfecto que cualquiera diría que es de Valladolid. Culo de mal asiento, se
ha recorrido media Europa y parte de la otra y ha vivido en España muchos años. Siempre es de
agradecer las muestras de solidaridad en este mundillo, y como de bien nacido es ser agradecido,
un apretón de manos de los que sellan una amistad, sirve de presentación y de agradecimiento.
Le veo con ganas de hablar, así que acepto inmediatamente: hay invitaciones que son auténticos
regalos. Allí, de pié, casi a oscuras por la tardía hora, hablamos de todo, de nada en particular.
Queremos saber cosas sobre nuestros países, de nuestras vidas.