Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Alpirsbach
- Estado: Baden-Württemberg (Alemania)
- Habitantes: 6.847
- Altitud: 441 metros sobre el nivel del mar
- Coordenadas GPS: N 48º 20’ 44’’ – E 8º 24’ 13’’
- Ayuntamiento: Marktplatz, 2
Junto a la estación de tren, en la Bahnhofstrasse, aparcamos tranquilamente en una amplia
explanada habilitada para autobuses. No hay ni uno, ni siquiera de turistas japoneses ó chinos,
sorprendente, por lo que nos tomamos la libertad de dejarla aquí ya que no hemos encontrado
ningún parking cuando hemos entrado al pueblo. A los pocos minutos de llegar nosotros, dos
autocaravanas más se colocan a nuestro lado. Ya no estamos tan solos.
El día, aunque lluvioso, es muy agradable en estos lares. Reconfortante y tranquilo, ante todo.
Tenemos por delante una visita detallada a la ciudad, a su abadía y a sus tiendas, sobre todo las
de cerveza. Y digo esto porque Alpirsbach es una ciudad que tiene una de las mejores cervezas
de Alemania, y es que difícilmente se puede pasar por aquí sin probar su “zumo” de cebada. Aquí
se encuentra la fábrica de una de las más famosas, la Alpirsbacher Klosterbräu, una fábrica que,
siglos atrás, formó parte del monasterio y que ha fermentado su cerveza desde la Edad Media.
Dicen que el agua especialmente suave de esta zona da a la cerveza su afamado sabor. Es
posible visitar la fábrica, el museo y su tienda, donde se puede comprar cerveza y recuerdos de la
marca.
Todo esto, a pesar de que las actuales recomendaciones de la Medicina aconsejen un moderado
consumo de alcohol; a mí en concreto, me viene de perillas porque, a medida que me voy
haciendo viejo, mi pasión por una buena cerveza se acrecienta exponencialmente. Y algo
parecido pasa con nuestros cuerpos serranos. Mientras estoy escribiendo esto, casualmente
escucho en la cadena SER, que Mussorgsky, el genial compositor ruso, se murió de un delirium
tremens tras sacudirse a la carrera una botella de ginebra. No creo que yo acabe así, y menos
bebiendo cerveza sin alcohol.
A pesar de ser pequeña, Alpirsbach es uno de los lugares más visitado de toda la Selva Negra. Su
carácter religioso se respira desde que se entra a la población gracias al monumento más
emblemático de la ciudad: la Abadía de St. Benedict del siglo XII, una de las más antiguas
muestras del románico en la Selva Negra. Paz, sosiego, recogimiento, tranquilidad, y quizás una
pizquita de tristeza y nostalgia, son las características de este pequeño pueblo alemán.
Pero Alpirsbach no es sólo su Abadía. En sus estrechas callejas de sabor rural y olor a pasado, se
ocultan lugares realmente bellos y sugestivos. Las calles circundantes a la plaza de la Abadía
resultan especialmente silenciosas. Quizás sea su ambiente casi monacal, pero en nuestros oídos
retumba la música de su silencio. En el corazón del casco viejo, nos perdemos por calles que nos
ofrecen rincones que parecen haberse detenido en el tiempo.