Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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En Alpirsbach, donde predomina la vida rural, donde la tranquilidad se apodera de la monotonía
diaria, y donde es fácil vivir escenas de la rutina cotidiana alemana, es típico ver a los vecinos
acudir hasta la pequeña y sencilla capilla de la Abadía, que parece sacada de una película
antigua, cuando oyen el tañido de las campanas para oír misa de doce. Acuden paseando sin
prisa y saludan con sencillez campechana a los turistas que ven a su paso. Esta iglesia monacal
está considerada como una de las mejor conservadas de Alemania. No voy a cansaros contado lo
que hay en el interior de la Abadía pero sí os puedo decir que merece la pena pagar los 3€ por
adulto y los 1,50€ por niño que nos cobran a la entrada. No os perdáis la extraña y curiosa imagen
de la crucifixión de Cristo que hay sobre el Altar Mayor de la capilla, perece que la hubiese tallado
el mismísimo Fernando Botero.
Esta es una pequeña panorámica de Alpirsbach que nos da la idea perfecta de lo que es este
pueblo; una ciudad tranquila que convive con una turística e histórica Abadía.
Antes de abandonar la ciudad, pasamos a una tienda contigua al museo de la cerveza, donde
cargamos con varias cajas de la marca Alpirsbacher Klosterbräu, cuya fábrica se encuentra a la
vuelta de la esquina. Las cajas para consumo propio son sin alcohol, pero las de regalo para
familiares y amigos son de las que lo tiene. Ya os podéis imaginar lo que van a durar las
nuestras… Las alcoholizadas deben llegar a España sanas, salvas, y llenas.