Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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CAPÍTULO 10 / Domingo 10 de agosto
(Friburgo – Mühlhausen): 340 Km.
Friburgo (Freiburg im Breisgau)
Nos despertamos pronto, a las 7:30h de la mañana, cuando el sol no calienta tanto y los
mosquitos están durmiendo todavía.
El desayuno, como de costumbre, es la comida más fuerte del día. Tan fuerte que pienso que con
lo que nos hemos preparado tenemos hasta la cena. También como de costumbre, Javi se lleva la
mejor parte.
Siguiendo las indicaciones de Paco, en poco menos de cinco minutos encontramos la estación de
tranvía de Runzmattenweg que está a escasos trescientos metros del área. Entre una familia
italiana y nosotros deducimos que el billete de ida y vuelta nos cuesta 2€ por adulto y 1,20€ para
los niños. Es más que probable que no sea así, pero como de alemán entendemos lo justito,
damos por correcta las explicaciones en su lengua madre de una amable señora que, periódico en
mano, se afana en explicarnos con todo lujo de detalles los multiprecios indicados en una tabla de
los distintos tipos de billetes.
Para llegar al Altstadt (casco viejo) de Friburgo lo mejor es bajarse en la parada de
Bertoldsbrunnen, o lo que es lo mismo, en la mismísima Kaiser-Josephstrasse, la calle comercial
por excelencia de la ciudad. Ya sabéis, tiendas, centros comerciales tipo Corte Inglés,
hamburgueserías, pizzerías, etc, etc. Se podría decir que son los Campos Elíseos de Friburgo, si
se me permite la comparación.
Los domingos en cualquier ciudad, se diferencian de otros días en que hay menos tráfico y gente
en las calles. Cuando estoy de vacaciones, me pasa una cosa muy extraña cuando visito una
ciudad en domingo: no me parece que sea domingo y, días que son lunes, parecen jueves, pierdo
la noción del tiempo: un poco raro, un poco loco, igual son cosas mías. O la edad.
Sobra decir que es domingo, creo que os habréis dado cuenta. A las 9:00h en punto llegamos en
el tranvía al centro de la ciudad, una ciudad tranquila, infinitamente tranquila gracias a que el
centro es totalmente peatonal, sólo el tranvía y los autobuses urbanos tienen permitido el tránsito.
Diría incluso que me resulta demasiado tranquila, aunque esa apreciación desaparece a partir de
las doce del medio día.
Dicen que Friburgo no quiere que se la compare con otra ciudad, pero creo que es inevitable. A mí
me recuerda a muchos de los pueblos de la Ruta Romántica, en especial a Würzburg. La
Rathausgasse podría ser cualquier callecita de esa ciudad alemana con sus románticas farolas y
su arquitectura inconfundible.
En casi todas las calles peatonales del Altstadt aún se conservan los pequeños canales que
transportaban agua no potable procedente de los manantiales de las montañas que rodean la
ciudad para el consumo sanitario.