Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Necesito desaparecer en mi mundo interior, dibujar sobre ideas el paso de la vida, reconocerme
en cada paisaje nuevo, sentir los climas: sentir...
Y Alemania en toda su magnitud, ocupa su espacio en el universo de mis recuerdos, al igual que
Italia, Holanda, Bélgica, Francia, Portugal y tantos lugares que me han hecho vivir. Todo al final es
muy cercano, muy entrañable, muy mío.
Este es mi sueño, mi particular homenaje a unas raíces que, si bien se debilitan con el paso del
tiempo, están tan arraigadas que es difícil que algún día se extingan en los mapas del olvido.
Inmerso en mis pensamientos, escucho lejano, la llamada de mi mujer. ¡¡¡A cenar, chicos!!! La
cena, de picoteo humilde pero maravilloso, consiste en alitas de pollo, jamón, queso, morcilla de la
Selva Negra y salteado de verduras con carne que está francamente bueno; todo ello servido en
los cuenquitos de melamina de la vajilla que compramos con tanto cariño en el Corte Inglés
cuando estrenamos la autocaravana. Durante esta cena de grasa en los dedos y en los labios,
reímos, bromeamos, y charlamos sobre los alemanes, sobre los franceses, sobre los italianos,
sobre todos y sobre todo. La verdad es que la cena es más sabrosa que en muchos restaurantes
de lujo que pudiera haber repartidos por el mundo. Ver unos ojos de complacencia cuando
acabamos de cenar, es el mejor postre que me pueden ofrecer. La de la mirada es Inma.
Agotados, nos vamos a la cama para disfrutar de un merecido descanso reparador. Inma se
queda un rato leyendo una guía de viajes y Javi ya duerme hace rato. Son las 22:55h de un
domingo de agosto, un domingo que no me ha parecido que fuese domingo. Serán cosas mías. O
la edad.