Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Las alambradas se encontraban apenas a dos metros de las barracas 1, 6, 11 y 16, y estaban
sostenidas con postes de madera y enganchadas en aislantes de porcelana. En el primer poste
una placa metálica con la inscripción Vorsicht! Lebensgefär (atención, peligro de muerte) avisaba
de que la valla estaba electrificada con una tensión de 5.000 voltios.
Potentes reflectores giratorios que iluminaban durante la noche el perímetro del campo, altos
muros infranqueables y alambradas electrificadas convencían a los presos de que las evasiones
eran prácticamente imposibles. A ello, había que añadir la vigilancia de los SS, con perros y
metralletas cada doce metros y los “Kapos” que, portando una vara de buey con alambres, eran
los encargados de realizar el trabajo sucio. El Campo de Concentración de Mauthausen se
convirtió, con el paso de los años, en una verdadera fortaleza medieval construida con piedras de
la cantera de Wiener-Graben y levantada con el sudor de los deportados.