Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Se montaba toda una parafernalia cada vez que ocurría algo parecido. La banda de músicos
conocida como “Zigeunerkapelle” (en Mauthausen había dos orquestas de conciertos cuya
existencia fue organizada por los SS para su propio entretenimiento) era la encargada de
acompañar el enjaulado paseo del prisionero camino de la horca. Mientras, el resto de presos
permanecían formados e inmóviles contemplando el dantesco espectáculo. Cualquier acto de
tortura o muerte se hacía casi siempre delante de los demás, para que resultaran ejemplares. Los
músicos abrían la marcha tocando la canción francesa “Yo esperaré”, y la letra de ésta martilleaba
una y otra vez en la cabeza de los débiles y escuálidos condenados: “Yo esperaré de día y de
noche, esperaré siempre que vuelvas. Esperaré porque el pájaro que se escapa vuelve a buscar
el olvido en su nido. El tiempo pasa y corre batiendo triste y pesadamente en mi corazón. Pero a
pesar de eso, esperaré que vuelvas”.
Se podían ver presos colgados en las más increíbles posturas. Cadáveres quemados en los
cables de alta tensión cuando se suicidaban. Hombres que salen sangrando, exhaustos, inflados,
maltratados en las salas de tortura. Otros, sin embargo, no salen de las habitaciones de gas o de
los crematorios. Filas de hombres inútiles a ojos de los SS hacen cola esperando encontrar su
muerte en las habitaciones de gas, nadie puede avisarles sobre su destino, el resto de presos no
miran sus rostros desconcertados. Cinco minutos después, los gritos se adueñan del campo.
Todos se vuelven sordos. Cinco minutos después, cadáveres expresando muecas horribles salen
amontonados hacia el crematorio. Diez minutos después, un humo denso, asqueroso e
irrespirable se mete en los pulmones de los prisioneros que pueblan el campo de Mauthausen.
Partículas cadavéricas se depositan en el pelo, en los uniformes. Uno o dos cadáveres salen de la
enfermería, han muerto la noche pasada a manos de la tuberculosis o el hambre. Hombres recién
llegados lloran abrazados a sus rodillas. Los ojos ya no derraman lágrimas. Un niño carga un
muerto. El muerto es su padre. Un grupo de 15 personas en fila, el primero de ellos apuntado por
una pistola de un SS. Un disparo y el preso cae al suelo de rodillas, sus brazos yacen inertes. El
segundo, espera su turno. Un grupo de 10 presos es la diversión de tres SS mientras les lanzan
cantera abajo. En el campo de fútbol los SS ríen mientras juegan. Junto a los improvisados
futbolistas, un comandante canta y baila feliz con su mujer. El hombre que lloraba abrazado a sus
rodillas, llama a su mujer. El dolor, la consternación, la amargura, la impotencia y el deseo de
supervivencia se adueñan de todos los presos día tras día en aquel teatro donde los SS son los
directores y los prisioneros los actores.