Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Al contrario que en Dachau, aquí aún se conservan tres barracones originales, eso sí,
restaurados. El barracón más próximo a la puerta de entrada, era en su día la oficina de registro
de los presos. Con el paso del tiempo, en el otoño de 1942 se convirtió en un burdel con unas diez
prostitutas que daban satisfacción a los reclusos austriacos y alemanes que desempeñaban
funciones de responsabilidad en el campo. Más adelante se encuentra el barracón número 11, el
más alejado de la puerta de entrada, es en el que se alojaban los españoles. En él pueden verse
las pequeñas literas donde se apiñaban los presos y los armarios donde guardaban su ropa. He
de decir que las literas no están colocadas como estaban en su día, por lo que se pierde la
sensación de agobio que tenían los presos. También se han quitado los retretes de los baños
donde los presos se ahorcaban. Digamos que se han hecho más soportables a la vista de los
visitantes. Pero lo cierto es que entrar en un barracón de estos es especial. El ruido de los pasos
en la madera hace que uno se traslade a la época en la que el campo estaba abierto. Los pasos
cansados o asustados de los prisioneros, los pasos rápidos de los Kapos, los pasos de miedo de
los SS... Todo es un cúmulo de sensaciones extrañas. Si sois receptivos a todo este tipo de
sensaciones, las sentiréis tal y como os las describo.
Saliendo de los barracones, más adelante se encontraban el campo de cuarentena y el campo II.
Actualmente son cementerios donde hay enterrados tanto deportados muertos mientras el campo
funcionaba como ex deportados que pidieron ser enterrados aquí. Al final del patio de revista
estaba el campo III, en la actualidad no queda nada de él.