Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Trabajos forzados en la Cantera
Los alemanes necesitaban mano de obra para sus grandiosos proyectos, y con los deportados la
obtenían gratis. Los campos eran canteras de trabajo en los que fabricaban bloques de piedra y
ladrillos para la construcción de edificios y de autopistas.
Los prisioneros del campo eran utilizados intensivamente para trabajos forzados. La explotación
sistemática de la mano de obra de los internos produjo solamente una mejora superficial de las
condiciones de reclusión. Debido a la desesperada superpoblación del campo y a la cada vez más
catastrófica malnutrición, especialmente en los últimos meses de la guerra, la situación se volvió
aún más precaria. Muchos prisioneros murieron en los hospitales militares después de su
liberación, a consecuencia de los daños de salud sufridos durante su internación.
Al principio, los prisioneros tuvieron que participar en la construcción del campo y trabajaron en la
cantera cercana. En esta cantera había dos clases de trabajadores: Los Kommando Wiener-
Graben, especialistas que manejaban los compresores, los martillos y la dinamita; y los presos
que hacían el trabajo de carga y descarga. Este último era el grupo de los condenados a morir.
Muchas veces los sádicos alemanes lanzaban al vacío a quienes intentaban ayudar a un
compañero. En ocasiones, la pesada piedra era reemplazada por los cadáveres de los fallecidos
en la cantera. Ese tramo se convirtió en el paraíso de la muerte. Allí, los kapos y los guardianes
montaron su particular atracción del terror en la que se divertían viendo como las moles de roca
aplastaban a los cuerpos esqueléticos.
Estos presos eran sometidos a condiciones inhumanas, consistiendo la más infame en forzarles a
subir pesados bloques de piedra por los 186 escalones de la mina del campo. Estos escalones
eran conocidos como "La escalera de la muerte".
Tras picar en el muro de la cantera, cualquiera de los reclusos, con una mochila de correas o
sobre una camilla de tablones, conducían las enormes piedras de más de treinta kilos a través de
la escalera de la muerte. La cantera, con sus 186 escalones, se mostraba celosa de que los
árboles se elevaran hacia el cielo, por ello se elevaba ella misma, quería tocar el Sol. Árida,
oscura. Reía. Se reía de los presos y de su sufrimiento. Cuando falleció el primer español en la
cantera, el 26 de agosto de 1940, sus compatriotas, ante la sorpresa de los SS, guardaron un
minuto de silencio, situación ésta que se repetiría en numerosas ocasiones.
Cada mañana, los SS encargados de vigilar a los prisioneros preguntaban si había algún
voluntario para el suicidio, arrojándose escaleras abajo. A estas barbaridades, como es lógico,
nadie respondía, pero después del primer viaje de piedras, volvían a repetir la pregunta. Entonces,
algunos de ellos, desesperados, se lanzaban al vacío. Los nazis llamaban a este lugar "El muro
de los paracaidistas". La llamada Wiener-graben era considerada el peor destino posible. En una
ocasión, un grupo de judíos holandeses fue tratado de forma tan abominable que su voluntad de
vivir, un ejemplo para cualquiera, se hizo trizas, y decidieron emular a sus antepasados de
Masada del año 73, suicidándose todos juntos saltando a la vez.
En otra ocasión, llegaron a la cantera un grupo de 1.000 hombres entre los que se encontraban
300 judíos, la mayoría con zapatos de suela de madera. Los SS colocaron a los judíos al final de
la formación, cerrando la misma varios SS acompañados por perros policía. Cuando el primer
centenar de judíos llegaba a la mitad de las escaleras, se les ordenó que se detuvieran. Los
perros fueron liberados y azuzados contra ellos, motivo por el que comenzaron a bajar
despavoridos entre las risas de los nazis. Presos del pánico, los más fuertes atropellaron a los
más débiles por su afán de alcanzar los primeros lugares. El calzado de madera les hacia resbalar
escaleras abajo mientras los perros desgarraban su carne ensangrentada. Las victimas lanzaban
horrendos gritos pero sobresalían las risas y bromas de los Kapos y los SS.