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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Aunque la mayoría de los prisioneros morían por fusilamiento, horca, golpes, palizas, hambre y
enfermedades, Mauthausen disponía de una cámara de gas capaz de matar a unas 120 personas
simultáneamente. La cámara de gas se utilizaba generalmente cuando llegaban los transportes de
prisioneros.
Se organizaban asesinatos en masa especiales para demostrar la eficacia del sistema a altos
dignatarios nazis que visitaban el campo, como Heinrich Himmler, Ernst Kaltenbrunner y Baldur
von Schirach, quienes podían observar las matanzas a través de un pequeño visor incorporado en
la puerta de entrada.
Durante el invierno las SS sacaban a grupos formados por centenares de prisioneros a un terreno
abierto y les ordenaban desnudarse. Un guardia esparcía agua sobre el grupo y eran dejados allí
para que se congelasen hasta la muerte, lo que resultaba ser bastante efectivo en una región
donde la temperatura invernal solía rondar los diez grados bajo cero. Incluso francotiradores de
élite de las SS fueron enviados a Mauthausen para entrenarse con objetivos humanos, diversión a
la que se unieron voluntariamente guardias y oficiales del campo.
Haciéndose cargo del campo se encontraban los SS, todos a las órdenes de Franz Ziereis, un
carpintero que encontró en el partido nazi una forma de ascender de nivel de vida. Llegó a
Mauthausen elegido por Himmler para hacerse cargo del mando como jefe supremo. Tenía
entonces 34 años. Cinco después, en 1944, fue ascendido a coronel. Bajo su responsabilidad se
encontraban todos los campos de concentración de Austria, llegando a tener a sus órdenes a más
de 10.000 miembros de las SS. Ziereis era alto y atractivo (fue conocido por los presos como "el
Pavo"), pero su formación dejaba mucho que desear, pues, se da por hecho que apenas sabía
leer y escribir. A Ziereis no le tembló el pulso a la hora de determinar la dureza del campo que
tenía a su cargo. Se cuenta que con motivo de la celebración del cumpleaños de su hijo Siegfried,
ordenó formar a cuarenta prisioneros, cargó su pistola, se la entregó a su vástago y le instó a
disparar para comprobar su puntería.
La crueldad no era patrimonio exclusivo del máximo responsable del campo. Corría el año 1941
cuando el oficial médico de Mauthausen se fijó en el atractivo del joven español Francisco Boluda.
La perversidad del doctor le llevó a ordenar el asesinato del prisionero, cuya cabeza ordenó
decapitar y vaciar para colocar su calavera en la mesa de su despacho, a modo de macabro
adorno. El segundo del campo, y al que los prisioneros conocieron mucho más, fue Georg
Bachmayer, el oficial de seguridad de Mauthausen, un antiguo zapatero convertido con la llegada
de los nazis en un personaje siniestro, sanguinario y temible. Los españoles lo conocían como "El
Gitano". Él fue responsable directo de la muerte de cientos de ellos.
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