Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Salimos de este tétrico lugar y nos dirigimos al primer edificio que hay a la derecha del patio
central. En él se encontraba la lavandería. Hoy está convertida en una pequeña capilla flanqueada
por una habitación con las banderas de los países de los aquí caídos. Las banderas están
colocadas de manera que quedan inclinadas hacia delante, rindiendo honor a sus muertos.
Después de visitar la capilla, nos dirigimos a la puerta de acceso al patio, a su izquierda se
encuentra el llamado “Muro de las lamentaciones”, donde aún pueden verse las argollas que se
usaban para sujetar las riendas de los caballos pero que tenían también otro fin, atar a los
prisioneros para infringirles durísimos castigos. Uno de los más usados era dejar que los perros
destrozaran los cadavéricos cuerpos andantes de los prisioneros. Su parte más alta aún conserva
el infranqueable y terrorífico alambre de espino. Todo el muro está lleno de placas que los
diferentes gobiernos, asociaciones, partidos políticos, han ido colocando como recuerdo y
homenaje a todos los que sufrieron el horror del nazismo. Quiero hacer constar que echamos de
menos una placa de cualquier Gobierno democrático español que recuerde la tragedia. El
balance, sin duda, resulta bastante pobre. Borrado su recuerdo bajo el franquismo, los
republicanos deportados a los campos de exterminio nazis tampoco han encajado en la memoria
colectiva reconstruida con la democracia. Una triste pena.