Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
12
Este viaje ha sido como uno de esos partos largamente esperado; engendrado en noviembre de
2007 y parido en agosto de 2008, ha pasado por infinidad de cambios, atrasos, anulaciones y un
sinfín de vicisitudes que casi provocan el aborto del mismo. No vienen al caso los motivos, pero
hasta una semana antes de salir no teníamos seguro la realización del viaje.
Nos gustaría compartir con vosotros nuestra gran pasión por viajar, y nada mejor para hacerlo que
con este paseo por una parte de Europa que, imagino, a estas alturas muchos conoceréis de
sobra.
Por ejemplo, Alemania. Podría quedarme a vivir en Alemania toda la vida, sin lugar a dudas. No
me canso de sus paisajes, de sus gentes, de las contradicciones y búsquedas históricas de este
país tan cuadriculado de Europa que tengo tan mitificado. También es cierto que es diferente ser
un observador y ocasional viajero, que un participante activo y continuo en la vida normal de este
país. El segundo rol me gusta más, no soy cobarde en ese sentido, es más, estoy seguro que me
adaptaría a su modo de vida, ya lo hicieron mis padres, ¿porqué no yo? Quizás sea difícil dejarse
seducir por unas formas de vida que, en lo esencial, son muy parecidas a las nuestras, pero el
legado histórico y artístico que alberga merece sin duda alguna el interés y la atención de todo
viajero observador. Por todo ello, anhelo volver de nuevo, aunque sólo sea para practicar el
primero de los roles, menos da una piedra.
Uno de los lugares visitados en Alemania ha sido la Selva Negra, una zona repleta de pequeños y
encantadores pueblos de montaña y de innumerables imágenes imborrables para toda la vida. La
gran Selva Negra, uno de los principales atractivos turísticos de Alemania, está muy bien
acondicionada para el campismo, y por ende, para el turismo, en algunos casos hasta el exceso,
como Titisee; la calle principal podría pasar perfectamente por española debido al número de
bares y tiendas de souvenir que acoge… Asimismo, es una región de excelsa belleza, plena de
excelentes y serenos paisajes, y magníficas, cuidadas y conservadas localidades que lo forman.
Cuando hablo de Alemania, pienso en el olor a monte fresco y en los sonidos que nos
despertaban cada día al amanecer, que no es otro sino el olor de las húmedas y verdes praderas
y la algarabía de los pájaros cucú de la Selva Negra que se aprestaban a iniciar el día como
nosotros. Sencillamente grandioso.
El Valle del Mosela, menos espectacular en paisajes que la Selva Negra, es sin embargo más
tranquilo, menos bullicioso, más mágico si cabe. El disfrute para la vista de poblaciones como
Bernkastel-Kues, Schiltach o Cochem es algo que es difícil de explicar con palabras. Los
pueblecitos esparcidos a ambos lados del río permiten, si la luz y la lluvia acompañan, observar la
perfecta armonía que se establece entre paisaje y pueblo; el sol al atardecer proporciona unas
puestas de sol majestuosas, y si a eso le sumamos el encanto que produce ver las laderas de las
montañas repletas de viñas, podríamos decir que es casi la perfección absoluta.
Casi la misma perfección visual que Berchtesgaden, el Nido del Águila de Hitler, o los lagos
Königssee u Obersee, todo esto repartido en menos de cuatro kilómetros a la redonda y con una
atmósfera única y maravillosa. Y para que no falte de nada, la niebla y el frío también han sido
nuestros compañeros de viaje en la subida al Kehlsteinhaus. ¿Qué más se puede pedir?
Uno viaja y de repente se encuentra en un sitio inimaginable. Inimaginable porque nunca previó el
asombro que ejercería sobre uno aun habiendo soñado verlo. El portento de preguntarse, por
ejemplo, cómo es posible estar viendo la maravilla de un pequeño pueblo al borde de un lago y
rodeado de montañas. Sí, el portento de las preguntas que afloran por estar presenciando un
asombroso encanto del mundo, una belleza al alcance de la mano que tantas veces soñé ver.
Esto es Hallstatt, esto es Austria. Este es el asombro que quisiera que fuese inolvidable, eterno.
Esta es la población más bella del mundo a orillas de un lago, así la calificó la UNESCO, y yo
asiento con rotundidad.