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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Valençay
- Región: Centro (Francia)
- Departamento: Indre
- Habitantes: 2.640
- Altitud: 112 metros sobre el nivel del mar
- Coordenadas GPS: N 47º 09’ 42’’ – E 1º 34’ 11’’
- Ayuntamiento: Rue du Talleyrand, 4
Al llegar a Valençay, el sol es tan fuerte que mata los colores; el cielo es de un azul intenso
apabullante. Aparcamos en un pequeño sitio que vemos libre en la Avenue de la Résistance y nos
disponemos a dar una vuelta antes de comer. Caminar por las calles del pueblo no es como
caminar por las calles de cualquier otra ciudad. El calor abrasador nos aplasta literalmente contra
el suelo. Hay nubes pero son testimoniales. El sol es el dueño indiscutible de esta ciudad a estas
horas. Visto el panorama, decidimos irnos a almorzar. Estas son las paradojas de la meteorología:
esta mañana en Langeais hacía frío, esta tarde en Valençay hace calor, mucho calor.
Regresamos a la autocaravana y mientras preparamos la comida recuerdo haber leído en un
relato que detrás de la Oficina de Turismo había un parking para autos. La memoria no me falla y,
efectivamente, el aparcamiento sigue estando operativo. Es muy amplio y gratuito pero es de
gravilla, de esa gravilla que se te pega a los zapatos y la arrastras por toda la autocaravana sin
piedad. Es un lugar muy cómodo ya que es totalmente llano, pudiendo aparcar un par de docenas.
Con unas diez autocaravanas a nuestro alrededor, nos disponemos a comer ligeramente:
ensalada de pasta y melón de postre. Mientras Inma hace café, aprovecho para ir a la Oficina de
Turismo a pedir información de la ciudad.
A media tarde, cuando la temperatura desciende, nos acercamos al Castillo de Valençay que se
encuentra a escasos doscientos metros del parking. Hay muy poca gente. Al entrar, poco a poco
los jardines se hacen silencio. Un silencio multicolor de naturaleza cuidada con mimo; un mar de
plantas que exponen su apacible manto de paz. Los pájaros, juerguistas empedernidos, cantan
saltando de copa en copa, como si fuesen de bares, y las ardillas juguetean y corren por el
césped. En uno de los parterres, una pequeña fuente cuyo chorro se precipita desde el surtidor a
la base, crea una melodía de ecos acuáticos. ¡¡¡Qué paz!!! En los jardines, siempre aparece un
rincón en el que respirar el aroma de las flores, los olores del viento, los perfumes franceses...;
rincones que embriagan la mente, llenándola de placenteros recuerdos y sensaciones.
Por muchas fotos que hayas visto del castillo de Valençay, ninguna le hace justicia a esta belleza
de piedra blanca. La luz y la claridad que desprende a estas horas de la tarde, puede llegar a
cegar si se mira fijamente.
Una vez dentro, basta con mirar a nuestro alrededor para maravillarnos: unos espectaculares e
inmensos murales de tapices llenan de belleza varias salas del castillo. Las lámparas de estilo
versallesco no les van a la zaga, y cual arañas de cristal, tejen los techos de las magnificas
habitaciones del Chateau de Valençay. Todo muy lujoso tal y como deseaba Napoleón. Por
suerte, bastan sólo unos pocos minutos para convencernos de que este castillo es uno de los
mejores que hemos visitado en la Ruta del Loira.
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