Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Por cierto, en este castillo estuvo prisionero, por orden del omnipresente Napoleón Bonaparte,
Fernando VII el Deseado. El lujoso cautiverio le retuvo aquí durante seis años, tras los cuales, y
después de firmar el tratado de Valençay el 11 de diciembre de 1813, regresó a España para
reinar hasta 1833. La habitación de su excelsa majestad es una de las que puede verse durante la
visita guiada.
Como broche de oro, se ingresa en un largo pasillo repleto de estatuas y de cuadros; es una de
las estancias más bellas del castillo. Por su aspecto, sintetiza a la perfección las aspiraciones del
famoso Príncipe de Talleyrand, su propietario desde 1803 y el que más esplendor dio a este
edificio.
Antes de salir del castillo, no olvidéis visitar las cocinas y las bodegas que están situadas en los
sótanos del mismo. Os podéis hacer una ligera idea del ritmo de vida que se llevaba en la Francia
del siglo XIX.
Para los pequeños de la casa y para los papás de los pequeños, podéis osar “disfrutar” en Le gran
Labyrinthe de Napoleón y en Le Chateau des enfants. El laberinto es estresante. Hay que meter
un código para poder entrar y adivinar otro para poder salir, además de varios más para abrir las
innumerables puertas que hay por dentro. Después de diez minutos en los que no encontramos la
salida, decidimos hacer trampas y pedir a unos asombrados franceses que nos hagan el favor de
abrirnos la puerta desde fuera. La cosa empezaba a acongojar a Javi.