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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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CAPÍTULO 4 / Lunes 4 de agosto
(Langeais – Montrésor – Valençay): 116 Km.
Langeais
Amanece un día tristón, con cielo gris y nubes oscuras. Después del temporal nocturno, viene una
calma momentánea, engañosa; presagiamos agua.
Tras el desayuno, salimos del camping y nos vamos a visitar Langeais y su castillo. El pueblo se
halla a poco más un kilómetro del camping pero decidimos ir en la autocaravana. Al llegar,
comienza a chispear tímidamente, una fina lluvia nos envuelve. Aparcamos en un pequeño
parking que hay detrás del castillo; está totalmente vacío, es gratuito y está a menos de cincuenta
metros de la entrada. Un sitio inmejorable.
Langeais es un sitio pequeño, coqueto, curioso, simpático, me atrevo a decir que hasta
encantador; con un castillo altivo, severo, con dos caras: una sobria, que se ve desde cualquier
parte del pueblo, y otra bella, muy bella, que se aprecia sólo desde el jardín.
En Langeais la gente no vive de cara al turista ni de espaldas a la realidad: se vive y punto, al
menos esa es la sensación que me queda tras la visita. Apenas unas tiendas, que según nos
comenta un cordobés afincado aquí hace muchos años, solo se animan cuatro meses al año, y un
par de cafeterías, están abiertos a las nueve y media de la mañana. Aún así, es un lugar ideal
para quedarse una mañana entera disfrutando de su tranquilidad, me encantan estos pequeños
refugios para el alma.
Langeais es de esas ciudades que, sin tener ninguna séptima maravilla, te hechiza, te embruja y
te encanta. Sus olores, sus colores, su vida, su gente, sus fachadas... Todo tiene un algo especial.
El castillo y su muralla de color ocre que le rodea, presentan una ciudad de detalles.
Tras comprar un pan delicioso recién horneado, vagabundeamos una hora en la que exploramos
varias veces la ciudad. Perderse es imposible.
Llueve, y en unos minutos estamos calados. No me importa nada; andamos bajo la lluvia y en
ningún momento, incluso cuando el chaparrón quiere ser tormenta, buscamos refugio en los toldos
de las tiendas. ¡Me encuentro tan bien!
Con el señorío habitual de los castillos del Loira, el de Langeais se alza orgulloso, en medio del
pequeño pueblo de tejados de pizarra. Se levanta recortado contra el cielo, elevado sobre sus
murallas y sus pilares, llamando a su visita. Los torreones desafían al vértigo e invitan a la
prudencia nada más asomarte: tienen su peligro...
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