- page 39

Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
39
Langeais
- Región: Centro (Francia)
- Departamento: Indre y Loira
- Habitantes: 3.850
- Altitud: 46 metros sobre el nivel del mar
- Coordenadas GPS: N 47º 19’ 36’’ – E 0º 24’ 25’’
- Ayuntamiento: Place du 14 Juillet
El acceso a la ciudad, se realiza por un bellísimo puente disfrazado de edificio medieval construido
en 1846. Cuatro arcos de piedra, tres de ellos asentados sobre el Loira, unidos por cables de
acero en perfecta simetría nos reciben en medio de una insistente lluvia. Como no podía ser de
otra forma, fue destruido casi en su totalidad durante la Segunda Guerra Mundial, más
concretamente el 19 de junio de 1940 para impedir el paso a los belicosos alemanes. Para mayor
gloria de sus habitantes, el histórico puente fue reconstruido en 1950.
Tras bordear Langeais por la carretera de circunvalación, nos encontramos a la izquierda el
Camping Municipal Le Lac junto al un pequeño lago y muy cerca de la vía del ferrocarril. No os
preocupéis porque no hay trenes cada cinco minutos, es un lugar tranquilo. Es un camping de
segunda categoría pero con todo lo necesario y con grandes parcelas de hierba. No tenemos
problemas para elegir el sitio ya que está semi-vacío. Por 10,40€, repito, por 10,40€ nos ofrecen
un forfait que incluye la parcela, dos adultos, un niño, electricidad y el uso de las instalaciones.
Asombroso.
Una vez acomodados en la enorme parcela, me voy a duchar. Mientras retozo bajo el agua
caliente cual cerdo en un lodazal, llaman a la puerta de las duchas. Tres toc-toc y una voz en
francés que creo que me dice “ouvrez la porte s'il vous plaît”, interrumpen mi ducha de agua
templada y deliciosa. Ciego de jabón, enrollado en una toalla de fibra comprada en el Decatlon de
Getafe, y colocada de griego, de romano en las termas de Caracalla, me deslizo como patinador
olímpico hasta la puerta, dejando tras de mí un reguero de agua y espuma que sugiere hubiese
sido babosa en mi anterior vida. Una avergonzada voz se escucha cuando abro la puerta: “Pardon
Monsieur, merci beaucoup”. Creo que me dijo eso, porque mi francés es tan justo como mi
cinturón. Al tío se le había olvidado la llave y la puerta se había cerrado con el viento. Sonrisa de
compromiso y vuelta a la ducha.
Al atardecer, me dispongo a redactar parte de las experiencias vividas. Con la anochecida,
telefoneamos a mi abuela, que sigue alucinada por lo bien que se nos oye. No puede creer que
estemos tan lejos y que nuestra voz suene tan cercana: ella no sabe que yo siempre estoy cerca
aunque me encuentre lejos. Y es que en esta vida, sólo tengo una deuda pendiente, una que
nunca podré saldar, ni nadie me exigirá: es una deuda con mis abuelos, una deuda de gratitud
que por muchos años que viva nunca podré ya pagar. A mi hijo procuro transmitirle estos y otros
valores llenos de humanidad. Serán el mejor legado que le pueda dejar.
A propósito del teléfono: el que alucinó fui yo, un mes después, cuando me llegó la factura del
móvil. Ya con la noche cerrada, la lluvia golpea las ventanas y el techo con tal fuerza, que parece
avisar de un inminente desmoronamiento de la autocaravana. En menos de cinco minutos, para
de diluviar. Inma respira tranquila. Javi ya duerme hace rato. La cena, para Inma y para mí, es un
mero trámite sin pena ni gloria, el cansancio lo justifica casi todo.
1...,29,30,31,32,33,34,35,36,37,38 40,41,42,43,44,45,46,47,48,49,...240
Powered by FlippingBook