Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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La torrencial lluvia cubre de agua en pocos minutos parte de los arenales del río Vienne; los
regueros de agua, erosionan unas calles de cauces perfectos. Los niños corren, juguetean y se
bañan mientras un grupo de orientales intenta avanzar hacia su destino con un agua que, en
algunos casos, los ha calado hasta los huesos. A nosotros no es menos. Nos refugiamos en una
galería de arte donde exponen cuadros a los que no prestamos la más mínima atención: el
momento no lo requiere. La dueña nos mira con cara de pocos amigos. Igual se cree que nos
vamos a gastar los 3500€ que vale uno de ellos. Al irnos la guiño un ojo y sonríe satisfecha: es
más bella una sonrisa que un ceño fruncido.
Por las empedradas y mojadas callejuelas del casco antiguo, llegamos a la Place General-de-
Gaulle. A su lado, la pequeña plaza de la Fontaine pasa por ser uno de los centros neurálgicos
turísticos de la ciudad, está toda ella rodeada por terrazas de bar. A su alrededor se alzan,
entremezcladas con las casas de entramado de madera, las curiosas edificaciones de toba blanca
características de Chinon.
Recorriendo la ciudad, uno no puede dejar de pensar en lo gloriosa que debe haber sido su
estampa en sus años de máximo apogeo y de paso continuo de personajes históricos. Ya sabéis:
Enrique II Rey de Inglaterra, Felipe el Hermoso (el francés, no el español), Ricardo Corazón de
León, Juana de Arco, Richelieu, etc, etc. Realmente, resulta imposible no imaginar esta ciudad en
aquellos tiempos como un gran centro político plagado de nobleza y de intrigas.
Hoy, Chinon exhibe en sus calles las casas palaciegas e históricas construidas siglos atrás; y las
muestra como el símbolo de prestigio y de poder que en su día tuvo. Y a pesar de otras corrientes
arquitectónicas, la del ladrillo, por ejemplo, Chinon ha sabido preservar y respetar el incalculable
valor histórico de aquellas viejas construcciones y mantiene el brillo y la grandeza del pasado, con
unos edificios que enamoran por la belleza descomunal de su vejez.
Desde la Place de la Fontaine se accede a un ascensor panorámico gratuito que nos sube a la
parte alta de la ciudad donde se encuentra el parking. El trayecto dura menos de diez segundos.
Os lo digo porque a estas alturas de día no apetece para nada darse la paliza de bordear andando
el pueblo cuesta arriba. Yo le calculo veinte minutos como poco si se hace a pie. Aún así, si
queréis hacerlo, nadie os lo va a impedir. Avisados quedáis.
Cuando salimos del parking empieza a salir el sol. Al cruzar el puente sobre el río Vienne,
volvemos la vista atrás y observamos como el castillo de Chinon se deshilacha en el cielo, un cielo
morado intenso que empieza a disipar sus nubes.