Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Saumur
- Región: País del Loira (Francia)
- Departamento: Maine y Loira
- Habitantes: 30.100
- Altitud: 20 metros sobre el nivel del mar
- Coordenadas GPS: N 47º 15’ 36’’ – W 0º 04’ 37’’
- Ayuntamiento: Rue Molière
Llegamos a Saumur degustando lentamente, y a pequeños trocitos, uno de los croissants que
Inma ha comprado recién hechos en Concourson. He de reconocer que es una de las delicias
culinarias francesas que más me gusta. Goloso que es uno. Javi, en su afán de ser más que
nadie, devora uno él solito en menos de lo que canta un gallo.
Al entrar en la ciudad, llueve con insistencia, es uno de esos días que parece que alguien
estuviese lavando sus penas. Fácilmente, siguiendo las indicaciones del Camping I’Ile d’Offard,
nos encontramos con un pequeño aparcamiento entre el campo de fútbol y el propio camping. El
complejo está situado en una isla rodeada por el río Loira a la que se accede por el Pont des
Cadets. Las plazas de aparcamiento son mínimas, y sólo un par de autocaravanas italianas, una
francesa y la nuestra hacemos la flota autocaravanística del lugar. El resto del parking está
ocupado por motos, coches y dos autobuses holandeses. Si os asegurara que es gratis, os
mentiría, no recuerdo si había parquímetro, aunque Javi e Inma juran que no. Si a resultas de
esto, llegáis al parking y tenéis que pagar, reclamádselo a estos dos que seguro que os lo
abonarán encantados…
Pertrechados con nuestros inseparables paraguas, bordeamos el campo de deportes y nos
encontramos, al otro lado del río, con la ciudad de Saumur y con la planta imponente de su
castillo, de una desafiante belleza y apacible serenidad; el aire fresco y la tranquilidad son la regla
más que la excepción, así es Saumur.
Hay castillos que no sólo se admiran sino que se respiran y se sienten. Parece que hay una fuerza
que te empuja hacia ellos. Son sitios cubiertos de misterio, piedras a las que nunca jubilaron
convirtiéndolas en historia: alegre y dramática. El castillo de Saumur, es un óptimo ejemplo de
ello. Desde la distancia, es una silueta concentrada, robusta, acordonada de torreones, agujas y
pináculos volantes que simulan querer retrasar un encuentro con el mundo de los sentidos, de la
lujuria, de la perfección. Walt Disney se habría sentido orgulloso si lo hubiese creado él en su
mundo imaginario.
¿Quién no se imagina en este castillo a una princesa enferma de amor por su príncipe encantado
asomada a una ventana con barrotes atisbando los torneos de la nobleza ataviados con telas
doradas y banquetes con ágapes monumentales, con trompetas y con fanfarrias? A medida que te
acercas a él, vislumbras las más artísticas formas que una mente pudo imaginar.
El castillo, que fue utilizado como prisión durante el reinado de Luis XIV, y que desde hace un
siglo pertenece a la ciudad, domina el Vieux Quartier (casco antiguo). Un casco antiguo que
cuando se pasea por él sin prisas, sin agobios, uno se da cuenta que se pasea por un fragmento
de la historia que ha quedado atrapada en sus calles y en sus casas.