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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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CAPÍTULO 5 / Martes 5 de agosto
(Valençay – Trier): 690 Km.
Tras una soñadora noche, el despertador suena a las seis y media de la mañana; queremos ver
amanecer en el castillo de Valençay. De noche (al menos anoche), no se ilumina, es como si a la
luna se la denegase el derecho a acariciar su piedra blanca. Queremos verlo de otro color que no
sea el del día. Cuando llega el alba, un inmenso sol va encendiendo las callejuelas, plazas y sobre
todo el Castillo para que estalle en mil colores este precioso rincón francés. Cada minuto que
pasa, la tonalidad del castillo va alternando hasta que el sol sobrepasaba la silueta de los
torreones; es entonces cuando el blanco de su brillo y la bruma en la que está inmersa la ciudad,
difuminan su figura como si fuese un cuadro pintado por Monet.
Como aquí la vida comienza mucho más temprano que en España, decidimos darnos un corto
paseo por el pueblo y aprovechar para comprar el pan. Los comercios y las tiendas ya están
abiertos y además hay mercadillo. En una pequeña tiendecita de pueblo pequeño nos atiende una
belleza francesa de unos treinta años. Uno en su modestia y comedimiento reconoce una cierta
alteración y confusión ante lo que se nos muestra: un buen canalillo como Dios manda
acompañado de una sonrisa. Mientras compramos el pan y algunos dulces para el desayuno, me
quedo momentáneamente embobado. Es un breve instante perfectamente captado y
correspondido con una sonrisa, mitad divertida y mitad irónica. Como yo, varios lugareños más se
percatan de la perfección del proporcionado busto y asienten con pícaras muecas de aprobación.
Qué verderones…
Al volver a la autocaravana, desayunamos plenos de gozo por lo vivido. Hay que empezar el día
con más fuerzas de lo normal. Después del madrugón, nos espera un largo trayecto de nueve
horas, nueve horas de autopista, nueve horas de peajes franceses, es decir, de peajes caros.
Contra todo pronóstico, el viaje es muy placentero: la temprana hora de salida evita encontrarnos
demasiados camiones hasta llegar a París, lo que tranquiliza bastante cuando se circula por
Francia. Circunvalamos la capital francesa, Reims y Metz con total normalidad, pero al llegar a
Luxemburgo el tráfico se ralentiza de una forma drástica; la velocidad en la circunvalación de la
capital es lenta, muy lenta, casi de atasco en la M30 a las 8:00h de un lunes cualquiera, yo diría
que hasta permite recrearnos con el paisaje. Son ya seiscientos y pico kilómetros y llevamos
metidos más de ocho horas en la autocaravana. Pasado el atasco, encontramos una gasolinera
que más parece la Puerta del Sol un sábado de diciembre que un centro de abastecimiento de
combustible. Camiones, autobuses, coches, motos, autocaravanas… por docenas. Se nota que el
gasoil está “barato”, a 1,19€/litro cuando en Francia estaba a 1,32€/litro. Ahora entiendo el porqué
de los veinte minutos de espera.
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