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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Nos interrumpe una llamada. Es Antonio, mi jefe, que en compañía del suyo han decidido
acordarse de mí a más de 1.700 kilómetros de Madrid. Me preguntan cómo vamos, cuándo
volvemos, qué tiempo hace. Se preocupan por mí, vamos que sí… Me preguntan si hay alguna
posibilidad de volver a España porque hay un problema en el trabajo y necesitan que lo solucione.
¡¡¡Y una leche, posibilidades ni una, estoy de vacaciones!!! Intentamos solucionarlo por teléfono y
la cosa… Bueno, me reservo la solución final. Tiene su dosis de orgullo personal. Nos despedimos
como siempre, un poco brutos, a nuestra forma y manera.
La música suena cada vez más cadenciosa y en ese instante, después del corte de comunicación,
pienso en ellos, y en todos aquellos amigos que quiero y que muchas veces descuido sin saber
muy bien por qué. Mi “hermano” José Luis sabe a qué me refiero. Porque para mí, los verdaderos
amigos son música soul, siempre están en mi corazón.
Son las 20:50h y el cansancio ha desaparecido. Qué razón tenía el que dijo que el cansancio está
en la cabeza, no en las piernas. Volviendo sobre nuestros pasos, retornamos al río del soul, al río
serpenteante, al Mosela.
La cena es memorable: un menú degustación de especialidades españolas compuesto por tapas
de ibéricos, de ahumados, de quesos de diferentes sabores y texturas y de unos deliciosos trozos
de salchichas al curry, todo ello acompañado por cerveza para los adultos y refresco sin cafeína
para el chaval. Las fuerzas que faltaron esta tarde han sido repuestas para la cena. Para comer
valemos todos.
Como bajar una cena de esas características, requiere tiempo y mi cheque diario de fuerzas aún
no está agotado, me encamino al borde del río para tomar el aire y dar un breve paseo. La fina
lluvia de esta tarde ha dejado paso a un bochorno considerable. Sentados a escasa distancia de
mí, se encuentra una pareja de enamorados a los que mi presencia incomoda. Como no me gusta
ser aguafiestas, y en un caso como este tres son multitud, vuelvo a la autocaravana en medio de
un tornado de mosquitos que amenazan con devorarse a la pareja, a mí y a los que se les pongan
cerca.
Toca Aután y cama. Los valientes, madre e hijo, ya duermen. A mí me queda poco.
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