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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Por si esto fuera poco, un antiguo piano pintado de negro azabache y una red de lucecitas
navideñas colgadas de un ventanal que, al parecer, están encendidas todo el año, ponen el
broche de oro a tanto adorno visual. También hay una farmacia cuya ambientación sugiere épocas
de brebajes, ungüentos, cataplasmas y recetas magistrales de las de antaño. Los cajones,
mostradores, estanterías y frascos son del siglo XIX.
La Römerstrasse da la sensación de ser como una morada de bohemios y de nostálgicos; un
lugar de gente humilde y de señores bien trajeados. Pero sólo es la sensación, ya que la mayor
parte de visitantes son turistas ávidos de nuevas emociones. La Römerstrasse, la coqueta
Römerstrasse, resiste el paso de los años pero con el orgullo de exhibir su propio pasado.
Caminar por esta calle de Bernkastel, es sentir uno de esos momentos apasionantes,
absolutamente inolvidables. No hay un segundo para el reposo, la mirada va y viene sin control.
De una casa de entramado a una tienda de recuerdos, de un restaurante a una estrecha
callejuela. Hacemos un descanso en una pequeña heladería donde descansan cuatro mesas de
aluminio con sillas alrededor. Encima de cada mesa, reposa una cajita de madera dividida en dos
compartimientos: uno, con servilletas de papel blanco con el nombre de la heladería impreso en
letras grises y un detalle de florecitas pintadas; el otro, una fila de sobres de azúcar y sacarina en
llamativos colores. Degustamos unos helados de chocolate que nos saben a gloria; saben así
porque los saboreamos con placer.
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