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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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CAPÍTULO 6 / Miércoles 6 de agosto
(Trier – Bernkastel Kues – Traben Trarbach – Cochem): 136 Km.
Trier (Tréveris)
Siempre que viajamos nos gusta caminar por una ciudad sin rumbo fijo, curioseando por cualquier
recoveco, sin guión, sin obligaciones de visitar este o aquel lugar. Creo que es la mejor manera de
descubrir una ciudad, un pueblo... Nos dejamos llevar: en una encrucijada de calles, solo instantes
antes, decidimos por cuál seguir. Parecerá una tontería, una forma de desaprovechar el tiempo,
pero esta forma de hurgar en los sitios, permite tener un contacto más real, un contacto nada
previsible con la ciudad, con los habitantes... contigo. En ocasiones, no es grato lo que vemos;
pero en los viajes no todo debe ser perfecto ni debe ser idealizado, y no hacer esto puede
distorsionar la realidad de un lugar. Este tratamiento de choque que nos imponemos nos sirve
también para analizar nuestras posibilidades de adaptación: por mucho que hayas viajado siempre
eres un principiante en territorios desconocidos. Procuramos, eso sí, visitar los monumentos y
lugares que realmente merezcan la pena o sean únicos. Si por cuestiones de tiempo, dinero,
despiste o están cerrados no vemos algo, no pensamos: ¡vaya fastidio!, ¡qué mala suerte!, sino:
¡ya lo veremos!, ¡tenemos que volver! Y así, de esa manera tan anárquica, fue como Trier y
nosotros nos volvimos a ver una mañana de verano: tanteándonos un poco tímidos; a
trompicones.
De la corta visita de anoche pocas conclusiones sacamos. La lluvia tampoco nos dejó más
argumentos para ello. Sólo un paseo casi a oscuras y el recuerdo del mini-concierto que aún
perdura: insuficiente a todas luces.
Accedemos al centro histórico por la Fleischstrasse, una calle que desemboca en la Hauptmarkt y
que está cortada al tráfico por ser día de mercado. Al contrario que en España, aquí no hay
mercado un día a la semana, aquí lo que hay es un sólo día sin mercado, y éste es el domingo. El
resto de los días hay mercadillo de pueblo, como en Dosbarrios los viernes o en Aranjuez los
sábados. Tanto la calzada como las aceras son un hormiguero de hombres y mujeres que
caminan hacia la compra diaria. Las aceras son una sucesión de tenderetes repletos de tejidos,
bolsos, objetos de cuero y libros, muchos libros; la calzada por la que nos abrimos paso se
estrecha a medida que nos acercamos a la plaza por las obras de mantenimiento. Los adoquines
son así de caprichosos.
Cruzamos como podemos la plaza y llegamos al monumento por excelencia de Trier: la
majestuosa Porta Nigra. La Puerta Negra, que es su nombre traducido al castellano, ignora la
fuerza de la gravedad; es uno de los monumentos romanos más antiguos de Alemania, y también
el más importante. Construida por los romanos en el siglo II d.c., le debe su nombre al color
negruzco tomado por sus piedras con el paso de los siglos.
El simple hecho de pasar al patio central y ver los altos techos y los vetustos arcos, produce un
gran impacto visual y anuncia lo que será un inmediato torbellino sensorial.
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