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Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Bernkastel-Kues
- Estado: Renania-Palatinado (Alemania)
- Habitantes: 6.900
- Altitud: 114 metros sobre el nivel del mar
- Coordenadas GPS: N 49º 54’ 56’’ – E 7º 04’ 30’’
- Ayuntamiento: Mandatstrasse, 1
A la hora de la comida, llegamos al parking que hay junto al Mosela. Es un aparcamiento mixto
donde también pueden aparcar coches. Es de pago pero barato: la primera hora es gratis y a
continuación, 1€ por cada hora. Está situado en la orilla de Kues y en menos de diez minutos
andando se llega al centro histórico de Bernkastel.
Bernkastel-Kues son dos ciudades unidas por un puente que forman una sola de placeres
sublimes, de una belleza serena y de emociones provocadas por el pequeño pero espectacular
casco histórico del que alardea una de ellas: Bernkastel. Si la nostalgia tiene origen en un pasado
que ya no vuelve pero convive a diario por obra de la memoria, Bernkastel-Kues es una de esas
ciudades que fascinan a las almas contemplativas deseosas de recuerdos como las nuestras.
Enmarcada por un entorno de montañas repletas de viñas, la ciudad se desarrolla a ambos
márgenes del serpenteante río Mosela. Pequeña pero plagada de testimonios del pasado de gran
hondura estética y artística, en ella todo parece obedecer a la belleza. Cuando hablamos de ella
nos referimos a las dos ciudades, unidas en una sola en 1905 merced al acuerdo que firmaron
ambas a principios del siglo XX, aunque en honor a la verdad, casi toda la belleza se la quedó
Bernkastel. Y allí nos dirigimos para entrar en contacto con este precioso lugar en la margen
derecha del río.
Bernkastel muestra sus secretos a la vista de todos. La ciudad, con alma de niño de cuento, juega
a las escondidas y apresa, con astucia, a los mejores jugadores. Y la Marktplatz es uno de sus
rincones favoritos para cumplir el objetivo de atrapar a miles de ojos empeñados en descubrirlo
todo. Es la protagonista de la ciudad vieja, está construida a capricho. Introducirnos en ella es casi
como entrar en un túnel del tiempo y retroceder, por lo menos, un siglo. Las pintorescas casas de
entramado, destacan el simbolismo y la elegancia de este pequeño pueblo alemán. A un lado de
la plaza, emerge la más bella de todas, la Casita Puntiaguda (Spizhäuschen), una caprichosa
edificación de entramado de madera encajonada entre dos pequeñas callejuelas que nacen en la
fabulosa Marktplatz. Esta curiosísima construcción de 1416 parece desafiar la ley de la gravedad
ya que a su pequeña base y su mayor tamaño en la parte superior, se une la peligrosa inclinación
de todo el conjunto que, por momentos, da la sensación de desmoronarse. Como rincón, y
salvando las distancias, me recuerda mucho a Le Pigeonnier de Eguisheim, un encantador cruce
de calles que pudimos ver el año pasado en Alsacia.
Rodeada por una atmósfera del pasado, por la Römerstrasse parece pasar toda la vida de
Bernkastel. Hay multitud de restaurantes, y quizá por ello concentra también el mayor porcentaje
de turistas de la ciudad. Uno de ellos, es un rincón de Alemania colmado de viejas fotografías
delicadamente enmarcadas; de publicidades de bebidas estampadas en chapa; de botellas y
botellones mostrados en repisas; de luces rojas que simulan un cabaret francés y de murmullos
que se mezclan con los más variados géneros musicales.
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