

Según nos vamos acercando a Stein am Rhein, la presencia de
numerosas zonas de aparcamiento, ahora vacias, todas con
parquímetro, nos indica que aquí en verano no debe caber un alfiler.
Nosotros, como viajamos con un tiempo de perros, tenemos la suerte
de poder aparcar justo delante de la puerta de entrada a la ciudad.
Alguna ventaja ha de tener.
Desde el parking se ve la la puerta rodeada de flores perfectamente
cuidadas, sin nada mas alrededor, como si el pueblo nunca hubiese
crecido mas allá. Tal como se debían haber visto todas las ciudades
unos siglos atrás.
Stein am Rhein
Cruzar la puerta nos lleva a otro mundo y a otro tiempo. Si, es una
forma de hablar. No hay establos, ni caballos, ni artesanos, pero la
imaginación rapidamente quita la multitud de tiendas de recuerdos
(con la omnipresente navaja Victorinox, ... estamos en Suiza) y
restaurantes y los pone en su sitio.