

Entramos a la ciudad por una de sus antiguas puertas de entrada,
junto a un paso a nivel.
Cruzar la puerta es literalmente entrar a formar parte de un cuento.
Nos recibe un conjuto precioso. Canalillos de agua recorren las calles,
fuentes con barquitos de juguete que nuestro hijo recordará mucho
tiempo, flores por todos los rincones y un acogedor mercadillo, son
los complementos a las casas de entramado, cada una de un color
distinto y al majestuoso edificio del ayuntamiento, que es visible
desde casi todo el centro histórico.
Por ponerle un pero, lo único que nos sobra son los coches. Sin
tráfico el cuento sería perfecto.
Ayuntamiento de Gengenbach
Salimos de Gengenbach dirección Freudenstadt. Una vez superadas
las consabidas obras y un buen atasco, nos encontramos en la
carretera mas bonita de las que veremos en todo el viaje. Es un
revirado puerto de montaña en medio de un denso y oscuro bosque.
Es la prueba de porque se le llama la Selva Negra.