

Desde Freudenstadt seguimos hacia Alpirsbach. El paisaje que nos
acompaña es la postal idílica de lo que habíamos imaginado que era la
Selva Negra.
Alpirsbach nos recibe completamente vacio. No se ve a nadie por las
calles. El día no acompaña. Es un pueblo pequeño que, visto desde la
carretera, no aparenta esconder ningún tesoro. Hay que apartarse un
poco para llegar a su monasterio donde los monjes tenían la buena
costumbre de hacer una deliciosa cerveza. Hoy ya es un negocio en
toda regla.
Alpirsbach
Junto al monasterio está el edificio de la Brauhaus, que puede
visitarse. No nos cuadran los horarios.
Ya tenemos demasiadas visitas que se han quedado en el tintero.
¡Volveremos!