

El principal atractivo de Reichenau es su monasterio, que no sabemos
si se puede visitar o no, pues no encontramos a nadie que nos pueda
informar. Es la hora de comer. Nos conformamos con verlo por el
exterior y nos vamos a Constanza.
De camino nos damos de cabeza con lo que deben ser dos
tradiciones alemanas bien consolidadas.
“
”
La primera: Me caza un radar. Las carreteras están llenas de ellos. Así
se entiende el respeto estricto a las limitaciones de velocidad.
La segunda: Las obras. Las carreteras están en muy buen estado,
gracias a que hay obras por todas partes, que provocan muchas
retenciones. Eso si, ni un solo bocinazo.
Constanza
Perdemos mucho tiempo en los pocos kilómetros que separan
Reichenau y Constanza y llegamos de mal humor por el fogonazo.
Cuesta aparcar y encima tenemos problemas con el parkímetro. Nada
pinta bien.
Visto ahora, después de todas las visitas que hemos hecho,