Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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Koblenz-Güls
(Camping Gülser Moselbogen)
El lugar elegido para pernoctar hoy en Coblenza es el Camping Rhein-Mosel. Lo elegimos porque
su emplazamiento es excepcional, está situado frente a la desembocadura del Mosela en el Rhin.
Mejor sitio imposible. No sin pocas dificultades, conseguimos encontrar el camping. Para nuestra
sorpresa, está a tope. Durante estos días se celebra una fiesta con conciertos de música en la
ciudad y no hay una sola plaza. Muy amablemente, la recepcionista nos da la dirección de otro
camping a las afueras de Coblenza, el Gülser Moselbogen, a unos siete kilómetros de este y
también a orillas del río Mosela. Como no tenemos muchas ganas de buscar aparcamiento por
aquí, aceptamos la recomendación y en menos de un cuarto de hora llegamos al camping de
Koblenz-Güls, que es como se llama el pueblo.
La zona habilitada para autocaravanas es de hierba, no está delimitada pero hay sitio de sobra.
Sólo hay seis autos por lo que podemos elegir ubicación sin ningún problema. En su contra os
puedo decir que en el espacio reservado para las autocaravanas no hay ni un solo árbol que
mitigue el calor cuando el sol descargue con ganas. En el resto de parcelas para caravanas y para
tiendas de campaña sí los hay pero no en exceso. Por 22€ disponemos de todos los servicios del
camping, incluida la electricidad. Los sanitarios están limpios y tiene zona con lavadoras para la
ropa. Es un buen camping. Os lo recomendamos si el de Coblenza está lleno.
A una hora un poco intempestiva, las 16:00h, nos disponemos a comer. Sorprendidos, nuestros
vecinos alemanes nos miran con cara de no entender nada. Muy tarde para el almuerzo y muy
temprano para la cena. Esto es cosa de locos.
Aprovechamos la tarde para hacer limpieza en la auto, cargar las baterías de las cámaras de fotos
y hacer un poco de colada. A eso de las 19:00h nos relajamos del todo tumbándonos en la cama y
disfrutando de una tarde de relax inolvidable. Por curiosidad, encendemos la televisión y pasamos
el resto de la tarde inmersos en la búsqueda de nuevas sensaciones televisivas.
Una forma de conocer un país y hacerse una idea de los gustos y preferencias de la población, es
tomar el mando del televisor y comenzar a pasar de canal en canal deteniéndose,
preferentemente, en aquellos en los que el idioma sea el nativo, obviamente. Gracias al pedazo de
antena que llevamos en el techo, sintonizamos varios canales alemanes. La oferta es amplia pero
no variada. Además de películas americanas dobladas al alemán, la programación de las
televisiones teutonas se limita a la emisión de deportes extrañísimos; programas donde regalan
una semana en La Gomera por acertar de qué color es la camiseta de la selección alemana de
fútbol; retransmisiones de Pressing Catch que estamos hartos de ver en Cuatro y algún concurso
"despistado" en los que una bella rubia enseña sus atributos superiores cada vez que alguien
llama y acierta una absurda pregunta. Telediarios donde sólo falta Mariano Medina para contarnos
qué tiempo hará en la Baja Baviera y poco más. No solemos ver televisión cuando viajamos a un
país extranjero, pero si el momento lo pide, procuramos mirar un rato con fines “meramente
instructivos”, y con el ánimo de comprender, un poco mejor, el entorno donde estamos metidos. Ni
que decir tiene que el idioma alemán no lo dominamos, más bien diría que nos domina él a
nosotros, aún así, resulta muy curioso ver las películas dobladas, sean en blanco y negro o en
color, de la década que sean, con esa entonación que parece que le están echando una bronca al
prójimo de Padre y muy Señor mío.