Llega el tren…y más de lo mismo, trenes viejos, descuidados,
sucios, con mal acceso para personas con dificultades, estamos
desagradablemente sorprendidos, por lo que vemos.
El viaje apenas dura 20 minutos y nos deja en la estación de
Flaminio, junto a al Piaza del Poppolo, ante nosotros Roma la Ciudad
Eterna, con sus maravillas arquitectónicas, con su diseño, pero también
sus miserias, como cualquier ciudad o quizá mas…
Paseamos sin rumbo por la Vía del Corso, admirando la grandeza
que en otros tiempos tuvo sin duda alguna esta ciudad, por estas
mismas calles que ahora poblamos turistas y romanos que acelerados
atropellan sin mirar a todo el que se interpone en su camino, es fácil
imaginar el ir y venir de centuriones, senadores y esclavos de todos los
continentes sometidos al Imperio.
Quizá antepasados de los mismos que ahora te vuelven loco
ofreciéndote de todo, a cada paso que das por las calles, da igual un
paraguas, una flor, un bolso, un muñeco, una lamina, un…lo que sea.
Son las doce y el olor a pizza inunda las calles, así que no nos
resistimos a un suculento trozo de pizza, humeante, el cual vemos que
todo el mundo come en las calles, sin problemas, nosotros no vamos a
ser menos.
Llegamos al Mercado de las flores, un lugar curioso y digno de
visitar, junto a la Piazza Navona, donde se puede comprar todo tipo de
flores, hortalizas y condimentos varios, para el alimento fundamental del
romano…La pizza!!!
Muchos de estos productos son fácilmente identificables para los
que somos asiduos a los mercados, pero otros son mas desconocidos
para nosotros y sobre todo sus presentaciones me llaman la atención.
Volvemos sobre nuestros pasos, cansados de ver y admirar al
doblar cada esquina, iglesias increíbles, edificios magníficos y fachadas
que estaríamos horas admirando.
No voy a extenderme demasiado sobre todo esto, pero cualquier
rincón es digno de mirar y admirar, es cuestión de llevar buenas
zapatillas, agua y ganas de ver, no obstante algunos son dignos de
destacar sobre los demás, sin duda el Panteón, situado en una pequeña
Piaza, frente a un obelisco (hay muchos por Roma) es uno de esos
lugares singulares, regio y cargado de historia y simbolismo para el
Imperio Romano.
La Piazza Navona, con sus encantos, sus fuentes, sus pintores de
todo tipo, es un espacio para sentarse y reposar un ratito saboreando
un Tartuffo.