Son las dos de la tarde cuando salimos de los museos, el hambre
se hace presente en nuestros estómagos, hemos alimentado el alma y
la pasión por ver y descubrir, pero también tenemos que llenar el vacío
estomacal.
Justamente en Via delle Gracie, hemos descubierto una pizzería,
que nos da buena sensación, sobre todo porque esta llena de romanos
y turistas que compran al peso la comida y se salen a la puerta con
unos asientos de mimbre para degustar la pizza, y no nos equivocamos,
están magnificas, tienes una variedad grande y a buen precio.
Es un lugar muy recomendable y muy típico el comer así. Por poco
más de 20 euros hemos comido muy bien los cuatro, incluyendo las
bebidas que es lo más caro de esta ciudad. Tengamos en cuenta que
la media de una lata de coca-cola rondan los 2,10 euros.
También comprobamos que esta zona precisamente, entorno al
Vaticano es la más barata para comprar los recuerdos y camisetas que
sobre todo Marta quiere llevarse. Así que decidimos hacerlo tras nuestra
visita a San Pedro y la subida a la cúpula.
Otra vez nos encontramos con serias colas para acceder a la
cúpula. No queremos imaginar que será esto en verano. Subir en
ascensor hasta el final, son 7 euros, y sin ascensor 5, así que optamos por
la mecánica. Además es bueno saber que el ascensor te deja en la
base de la cúpula, y que el resto del ascenso
se hace por escaleras pegadas a las paredes
de la cúpula y que además van torcidas, al
llegar arriba las vistas son esplendidas y Roma
se postra a los pies de San Pedro, bella y
atravesada por el Tiber, formando una imagen
realmente bucólica de esta ciudad. Las torres
y cúpulas de las muchísimas Iglesias romanas
son imposibles de identificar, quizá para algún
experto en Roma, pueda ser un reto, para nosotros nos resulta imposible.
Como dato curioso, podríamos visitar todas las Iglesias de Roma, a
razón de 17 de estas a la semana, y así tardaríamos un año completo en
finalizar dichas visitas.
Son casi 900 Iglesias!!
Tras esta visita, compramos los recuerdos y nos dirigimos a Piazza
Spagna, para dar buena cuenta de un helado, mientras descansamos
en las escalinatas.
