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Atravesamos las montañas del Atlas Medio, todavía nevadas,
adentrándonos cada vez más en la pobreza de este lugar. Las casas
son del color de la tierra y se confunden con ella, formando un
todo. El paisaje se vuelve árido y amarillo conforme vamos
acortando kilómetros.
A las 14,15 h. paramos a comprar fruta y carne en Zaida, una
pequeña población a pie de carretera llena de tiendas. Huele
estupendamente, a mezcla de distintas comidas con olores fuertes
muy apetitosos. No me veo capaz de bajar de la auto porque
estamos rodeados de niños que te piden de todo y da mucha pena.
A Paqui le pasa lo mismo. Les miramos, les sonreímos, les damos lo
que podemos pero ellos siguen ahí. Lucía nos advierte que será así
todo el camino y que debemos aprender a mirar de otra manera.
Los demás compran aceitunas, pinchitos de cordero y fruta;
almorzamos juntos en un tramo de carretera rodeados de tierras
desérticas. Nuestros niños vuelan una cometa aprovechando la
brisa que corre. Otros niños esperan apartados de nosotros pero sin
dejar de mirarnos (se hace difícil acostumbrarte, de verdad) y les
damos macarrones con tomate. También se comen los plátanos
recién comprados. La comida no nos ha sentado muy bien, esto
resulta difícil. Continuamos nuestro camino, rumbo a las Dunas de
Erg Chebbi a las 16,15 h.
Desde que pisamos Marruecos he tenido que usar las gafas de
sol, y esto puede parecer una tontería porque seguramente la
mayoría de las personas lo hacen continuamente pero no es mi
caso, porque la luminosidad es tan brillante que resulta cegadora.
Una vez más puedo comprobarlo cuando continuamos camino y nos
rodea tierra amarilla/ocre y una luz fuerte, aunque haya neblina.
Empezamos a pasar por pequeños pueblos que vemos desde la
carretera y por mencionar alguno, me llamó la atención Zibzate,
emergido de la misma tierra confundiéndose con su color.
Continuamos rumbo a Erfoud y vamos observando como todos los
pueblos se asemejan unos a otros, surgidos de la tierra (ladrillos de
adobe), las edificaciones son iguales: ocres, planas, sencillas, con
pequeñas y escasas ventanas y alturas similares. Cruzamos el
Túnel del Legionario y se nos abre ante nosotros un paisaje
espectacular: La Garganta del Ziz, Paramos para admirar este
precioso paraje de la Naturaleza.
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