Después de comer, fuimos a
la punta de Raz
, un acantilado en el Finisterre de Bretaña. Como borregos
seguimos las señales que nos dirigían hacia allí y nos vimos sin poder retornar en la barrera de un
aparcamiento donde dejar el coche, hasta ahí bien, pero que sin previo aviso te cobren seis euros por
dejarlo, independientemente del tiempo que estés, me parece un ABUSO. Justifican la recaudación con
que estás ayudando a mantener el sitio, incluso eso me parece bien, que no te avisen previamente para
poder elegir si quieres pagar o no, no me ha gustado nada.
Te dan un folleto donde te aseguran que a este sitio acuden ¡un millón de turistas al año!, mejor no hacer
cuentas de lo que ganan con nosotros. Cierto es también que, como en este caso, se ejecutan buenas
actuaciones y regeneran zonas donde la degradación había sido tan fuerte a causa del turismo, que ya no
quedaba nada de la vegetación original a causa de las pisadas, pero insito, exageran. Ahora, vas por el
típico caminito asfaltado, señalizado y balizado para llegar al punto de interés en cuestión, no me gusta
pero, ¡todo sea por la conservación de los espacios naturales!
Si vais, prepararos para soportar el viento, cuando llegamos al coche de vuelta, estábamos como locos, fue
bastante desagradable, pero la misma punta y la vegetación de la zona a base de matorrales, nos gustó.
Camino de la Punta de Raz, visitamos el puerto de Douarnenez, antaño uno de los más importantes de
Francia debido a la pesca de la sardina, hasta que los grandes barcos comenzaron a enlatar en altamar.
Hoy sólo quedan un par de fábricas de conservas cuando aquí se fundó la más antigua del mundo.