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UN PASEO POR CUACOS DE YUSTE

Extremadura es una tierra que sorprende, cautiva, enamora…

Ocho días de estancia me han sabido a poco. Me han servido para tomar conciencia

de cuánto queda por ver, cuánto queda por vivir, experimentar, saborear. Esos ocho días me

han servido para que el noviazgo inicial con esta bella y noble tierra se haya transformado

en compromiso serio y formal.

Describir todo lo vivido sería imposible. Ni siquiera un breve resumen cabría en este

hilo. Me limitaré a compartir con vosotros un maravilloso paseo por Cuacos de Yuste.

La climatología ha sido adversa. Ayer llovió durante todo el día y el de hoy ha

amanecido igual de triste, pero invirtiendo los términos del famoso diálogo de Romeo y

Julieta, digo que es más fuerte mi deseo de partir que mi voluntad de quedarme. Así lo hago,

y a fe que la diosa fortuna nos ha sido favorable. Nada más llegar a Cuacos, las nubes grises

se desvanecen y comienzan a abrirse grandes claros en el cielo.

¡Con qué razón y juicio eligió Carlos I estos bellos parajes para su retiro! Pasear por

Cuacos es respirar historia y vivir el sosiego en plenitud gozosa.

Y para este paseo hemos contado con la impagable y desinteresada ayuda de

Antonio, nuestro querido Legía, que no hay mejor guía que él, ni nadie que conozca los

entresijos y vericuetos de Cuacos, su pueblo, como él los conoce. Antonio destila amor a su

pueblo, y te lo transmite. Y te transmite su gozo hasta tal punto que la sana envidia de poder

despertar cada mañana en Cuacos, penetra en lo más profundo de tu ser.

No se concibe el valle de La Vera sin su famoso pimentón, ni el pimentón sin La Vera.

Y con el pimentón tuvo que ver nuestra primera parada. Antonio había concertado, por medio

de un amigo, la visita a una de las cinco fábricas de pimentón que hay en Cuacos de Yuste.

Mi ignorancia general es destacable. Después de haber recorrido la fábrica,

atendiendo a las ilustrativas explicaciones de nuestro amable anfitrión, afirmo que mi

ignorancia es todavía más destacable de lo que pensaba. ¡Cómo va a saber un ignorante

como yo que parte importante y esencial del secado es su ahumado e incluso la madera que

se usa para ello! ¡y cómo saber que es obligado usar la piedra para la molienda! ¡Y que este

proceso ha de realizarse cinco veces sucesivamente! Volví a ser consciente de la poca

importancia que damos a casi todas las cosas. Pasamos por la vida sin empaparnos de ellas,

sin darles importancia, y he aquí que la tradición y el buen hacer, unidos a modernas técnicas,

hacen que un humilde pimentón, se convierta en aditamento imprescindible para paladares

exquisitos.

De allí, a la Plaza de España, siguiendo a Antonio, que sabe por dónde hay que

circular y donde se puede aparcar.

La plaza de España es centro neurálgico de la vida de Cuacos. Una placa de cerámica

lo recuerda:

“Sede del ayuntamiento y del mercado”

. Uno de sus lados está bellamente

porticado. Tengo entendido que alguna de sus columnas de piedra, proceden del Monasterio

de Yuste, del que fueron traídas después de la infortunada desamortización de Mendizábal,

que tanto daño hizo al patrimonio artístico de España. En la parte superior, balconadas con

puertas y ventanas que se abren a la plaza. En el centro de la plaza, la fuente; que una plaza

mayor, no lo es tanto si no tiene fuente o estatua ecuestre. En uno de los lados más cortos,

el ayuntamiento, con una pequeña torre que se olvidó de crecer y un reloj. Sobre la torre,

dos campanas, y grandes altavoces de bocina orientados en todas direcciones; que los

bandos municipales han de oírse bien y en todo el pueblo. Para los que hemos llegado a

conocer a los antiguos pregoneros municipales, estas pequeñas cosas, que recuerdan viejos

tiempos, hacen que nos invada la nostalgia.

Una plaza mayor que se precie como tal, ha de tener bares. En esta conté, al menos,

tres, aunque uno de ellos parecía cerrado. Naturalmente, después del encuentro con Antonio

y con Luis, procede la celebración que, al mismo tiempo, también templa estómagos y acrece

los ánimos. Doy fe que nos entregamos con ahínco a la tarea. Las buenas cervezas,

acompañadas de generosas tapas en el café bar La Posada fueron una inmejorable manera

de iniciar nuestro recorrido por las calles de Cuacos.

Y desde allí comenzamos nuestra andadura por la calle Teodoro Perianes. La primera

casa, a la que no sé muy bien si ubicar en la plaza o en la calle, también tiene bar en sus