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Una fotografía de la plaza Juan de Austria que Antonio el Legía compartió en su hilo

“Mi bella Extremadura”, y que tomo prestada para este pequeño relato, convirtió mi deseo de

visitarla en obsesiva fijación. Y debo decir que la realidad, supera con creces a la imagen

impresa.

Fotografía de la Plaza Juan de Austria en Cuacos que compartió el Legía

La plaza tiene una forma casi semicircular. En el centro, un grupo de casas construidas

sobre la roca. Estas casas, creo que pertenecen a la Junta de Extremadura y albergan alguna

oficina pública. En la cara oeste, la semicircular, casas porticadas, a cada cual más bella. Me

cuenta Antonio que bajo sus pórticos se secaba tabaco. Extremadura ha sido y es tierra de

secaderos de tabaco, hoy día, mas industrializados. Algunos de los antiguos secaderos han

sido reconvertidos en lujosas residencias; otros en casas rurales o instalaciones

complementarias de pequeños hoteles.

En una de las casas del lado oeste, no hace mucho habitada y hoy sede de la

Mancomunidad Intermunicipal de la Vera, cuentan que vivió Juan de Austria durante algún

tiempo. De ahí el nombre de la plaza.

En ese lado, se ha construido un pequeño teatro al aire libre que, durante los meses

de estío, acoge diversas y frecuentes actividades.

En el otro lado de la plaza, la fuente de la higuera, pegada a los riscos y llamada así

por la higuera que hay sobre ella. Vanos e inútiles fueron los muchos intentos de matar la

higuera, que una y otra vez renació victoriosa. El que esto escribe da fe de que sus pequeños

higos verdes siguen rodando calle abajo.

La fuente, de tres caños, tiene grabado en la piedra el año de su construcción: 1891.

Una impresión más reciente reza: agua no tratada. Lo que no significa que no sea potable.

Los cuacareños han bebido de esta agua siempre, y lozanos han crecido. El mismo Antonio

da un buen trago a la vieja usanza, tal como se ha hecho toda la vida antes de que se

inventaran las botellas de plástico. Ese risco servía también para que los niños de Cuacos

hicieran prácticas de escalada. Antonio me confesó que de niño, trepó infinidad de veces

hasta la higuera.