

Londres y el sur de Inglaterra
Página 149
Extramuros de la ciudad, se desarrollaba el único suburbio donde se concentraban las actividades
artesanales (molinos y curtidurías en el borde del Ouche y del Dourdou) así como los talleres de los
tapiceros, talladores y zapateros principalmente.
Ignoramos el número de habitantes en el siglo XII que fue probablemente el del apogeo. Pero en
1341, Conques contaba todavía con 730 hogares (una unidad familiar ampliada, según los
historiadores demográficos) es decir alrededor de 3000 habitantes y se situaban así en el séptimo
lugar entre las ciudades de Rouergue. No se trata pues de un simple pueblo, sino de una población de
carácter urbano, gobernado por cuatro cónsules designados cada año por sus habitantes. Al final de
la Edad Media, parece incluso que la función de mercado regional viene a sustituir al aporte de los
peregrinos, ahora en decadencia. En el siglo XV, el rey Carlos VII autorizará, por ejemplo, el
establecimiento de ferias anuales y un mercado semanal.
No parece que la secularización del monasterio, en 1537, trajera un
golpe sensible a la prosperidad de la ciudad. Al contrario, la nueva
comunidad de canónigos que de aquí en adelante siguieron la Regla
de san Agustín, estaba dotada de ganancias substanciales y constituía
una clientela de interés para instalarse en las bellas residencias de
Conques. Pero pronto llegó el tiempo de las desgracias. Al incendio
provocado por los protestantes en 1568 que provocó alteraciones
importantes en la abadía y en el claustro, le suceden períodos de
epidemias y de hambre. La peste de 1628 fue particularmente
mortífera; los habitantes atrapados por el pánico, van a buscar refugio en los secaderos de castañas,
en medio de los bosques. Seguidamente, una serie de malas cosechas desencadena una nueva ola
de mortalidad, entre 1693-1694 principalmente, como testimonia el registro parroquial. Los
canónigos deben venir a la ayuda de los hambrientos con la distribución gratuita de habas.
Después de esta sucesión de calamidades, Conques se volverá a poner en pie con
mucha dificultad. A mediados del siglo XVIII, sus habitantes son menos de un millar,
en vísperas de la Revolución de 1789, seiscientos treinta solamente. Es cierto, no
se debería ensombrecer el cuadro más allá de la medida. Se construyó mucho
durante los dos últimos siglos del Antiguo Régimen. Existen todavía, junto a los
canónigos y la fraternidad de los sacerdotes seculares establecida en la iglesia de
Santo Tomás de Canterbury, próxima a la abadía, hombres de ley, ricos
comerciantes y artesanos activos, a la imagen de Guillaume Chirac, carpintero y
padre de Pierre Chirac, nacido en Conques en 1657 y que fue, después de una
prestigiosa carrera, primer médico del rey Luis XV. Sin embargo, campesinos y vinateros constituyen
en ese momento, junto con los mendigos, la mayor parte de la población conquese. En 1771, el cura
respondió en estos términos a un cuestionario sobre el estado de la diócesis pedida por el obispo de
Rodez, Monseñor Champion de Cicé: "No hay ningún comercio a causa de la falta de carreteras
transitables... dos tercios de las familias pasan la mitad del tiempo sin pan...Hay alrededor de
ochenta inválidos, entre los que se encuentran varios niños, y cien mendigos en la parroquia" Y el
cura concluye este triste cuadro. "Hoy, sufrir de hambre, vivir de castañas, vender las tierras y
trabajar para otros: he aquí los recursos, he aquí la situación"
Esta situación se agrava más durante el período revolucionario. El decreto de la
Asamblea Constituyente suprimiendo las órdenes religiosas en Francia es uno de los
golpes más severos para el pueblo ya que provoca el cierre del monasterio y la
dispersión de los canónigos. El último de los abades de Conques a la cabeza del
capítulo, Francois-René de Adhéñar de Panat, antiguo capellán de las princesas
Henriette y Adélaide de Francia, hijas de Louis XV, se retira a Rodez. La pérdida es
irreparable: los canónigos aseguraban los gastos de mantenimiento de la abadía,
pero también los del hospital de San Foy que acogía a los indigentes. Es al
ayuntamiento, nuevamente elegido, a quien incumbe a partir de ese momento
soportar todos estos gastos, pero se encuentra incapaz de hacerles frente por falta de medios
financieros suficientes.