

Hay un control de seguridad, hay
que enseñar el contenido de las
mochilas y pasar por un arco
detector de metales. La vigilante,
simpática, se parte de risa al ver
el
contenido
de
nuestras
mochilas:
“
Acqua,
acqua,
acqua!
”, exclama riendo. Algún
comentario sobre el calor que
hace… qué nos va a contar a
nosotros…
El museo es chiquitín, una
pequeña muestra en memoria de
la
Shoah,
básicamente
fotografías y recortes de prensa,
ejemplos de propaganda fascista
antijudía y cosas así, todo en
italiano solamente. Para hacer
tiempo disfrutando del aire
acondicionado, lo recorremos
con calma, mientras voy leyendo
y traduciendo lo principal a los
niños y hablando un poco sobre la
persecución a los judíos por toda
Europa. Somos los únicos
visitantes del museíto. Una pareja de ancianos, con pinta de haber vivido aquello en persona, nos
observan sentados en la esquina de una sala.
Salimos, nos despedimos de nuestra risueña amiga de la entrada, y cruzamos el río para dar un paseo
por el Trastevere, que ahora en verano encontramos lleno de turistas y de camareros que te asaltan
por la calle para que te sientes en sus terrazas. Definitivamente, Roma no es para visitarla en esta
época: recordamos con nostalgia lo que la disfrutamos en visitas anteriores fuera de temporada…
Descanso en Santa María in Trastevere
(bizantina y muy chula, pero lo mejor de las
iglesias romanas es que son gratuitas y
frescas y siempre hay sitio para sentarse;
son un sitio ideal para descansar) y
decidimos volver al camping, que ya está
bien por hoy. Nos hemos dejado cosas del
plan inicial para hoy: Foro Boario, Bocca
della Veritá… Están cerca, pero estamos
cansados, y sabemos que tampoco son
imprescindibles. Nosotros ya lo conocemos
y los niños ya tendrán tiempo de descubrirlo
en alguna otra visita a Roma. Porque volverán, seguro. A Roma hay que volver… pero mejor en otras
fechas.
El coqueto y sombreado
ghetto de Roma