

Día 5 – Museos Vaticanos y despedida de Roma
Hoy toca museos vaticanos. Como casi todo en Roma, Mari Jose y yo ya los conocemos, y Diego, a sus
11 años, se aburrirá en ellos. Pero Laura, con 17, es como yo, una enamorada de la Roma clásica, y no
quiere perdérselos, y a mí no me importa repetir. Nos importa poco su supuesta atracción principal
(la Capilla Sixtina), que realmente casi se contempla mejor en cualquier foto o en visita virtual por
ordenador, y pasamos de la pinacoteca llena de cuadros de santos y vírgenes, pero la colección de
arte antiguo, sus colecciones de la antigua Roma, son para quedarse boquiabierto. Hay más material
aquí que en todos los demás museos laicos de Roma juntos. Si vas a las termas de Caracalla sólo verás
muros, pero si quieres ver todo lo que había dentro, tienes que venir al Vaticano. La Iglesia siempre
supo identificar los tesoros… y apropiárselos.
Para esto sí hemos reservado las entradas por internet, porque sabemos que aquí sí hay colas, y largas:
hemos visto colas dando la vuelta a varias manzanas en pleno otoño. Las entradas se sacan con hora,
y como lo hicimos desde Madrid, antes de saber el tiempo exacto de desplazamiento desde el camping
hasta aquí, hemos sido conservadores, y cuando llegamos a la puerta falta aún una hora para nuestro
turno. Probamos a ver si cuela, pero no: nos echan para atrás. Alrededor de la entrada está todo lleno
de asistentes acreditados por el Vaticano (todos indios o pakistaníes) que organizan a la gente y les
indican por dónde ir o en qué cola ponerse. Cuando nos preguntan si tenemos entradas, les decimos
que sí y les contamos nuestras penas (como son indios, hablan inglés… o algo parecido; algunos, muy
poco parecido); nos dicen que volvamos a intentarlo cuando falte media hora para nuestro turno, y
pasaremos. Esperamos por allí sentados (alrededor de la entrada a los museos vaticanos no hay NADA
que hacer), y a falta de media hora probamos, y nos dejan pasar.
Laura, encantada de haberse reencontrado con sus amigos Perseo y Medusa.