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Al final, teníamos previsto comer allí (tienen restaurante, y la otra vez que estuve nos duró la visita

hasta media tarde), pero entre salas y museos cerrados, y partes que sabíamos que no nos

interesaban, habíamos terminado sobre la 1. Habíamos quedado en que cuando acabáramos,

llamaríamos a mi mujer (que estaba con Diego en el camping, disfrutando de un día de descanso en la

piscina) y quedaríamos en algún sitio. Suponíamos que ellos comerían en el camping y nosotros en los

museos, pero la llamé diciéndole que vinieran ya y comíamos por aquí. Decidimos quedar sobre las 2

en Piazza Spagna, que era uno de los sitios clave que aún teníamos pendientes. Faltaba una hora, para

ellos sería suficiente (tren y metro) y a nosotros en autobús nos sobraría tiempo.

Pero hoy chocamos con la “eficiencia” romana: esperamos al autobús, esperamos y esperamos, y

seguimos esperando, y no pasa. 10 minutos, 15, 20… Llegan otros autobuses, pero no el nuestro. No

llega nunca. Se supone que pasa uno cada 10 minutos, pero ha pasado media hora y nada. Empezamos

a pensar seriamente en ir andando, no está muy lejos, pero sabemos que, por la ley de Murphy, en

cuanto dejemos la parada llegará uno. Otros que también esperan se van yendo, y a los 40 minutos

decidimos que se acabó: aquí no viene el autobús. Y no hay metro (el metro en Roma no tiene una

gran red, y se entiende). Al final, los que íbamos a tener que esperar vamos a ser los esperados.

Caminata. Hoy, que iba a ser un día descansado, vuelta a pegarnos la paliza andando a pleno sol. La

Piazza di Spagna no está lejos, pero a lo tonto son 3 km, media hora larga andando a paso ligero.

Cuando llegamos, ya nos están esperando: han tardado menos ellos en venir desde el camping que

nosotros desde el Vaticano, que es prácticamente cruzar el río.

Fotos obligadas con la escalinata y la

fuente de Bernini, y a buscar dónde

comer. Vemos un McDonald’s ahí al lado,

y decidimos cambiar la comida rápida

italiana por comida basura americana, que

ya estamos algo cansados de tanta pizza.

Y digo bien lo de comida basura y no

rápida, porque este McDonald’s no puede

calificarse en absoluto de comida rápida:

qué

descontrol,

qué

caos,

qué

desbarajuste… mira que hemos estado en

McDonald’s en diferentes países, y

siempre es llegar, pedir, y ser servido,

pero aquí esperamos casi media hora

entre el pedido y la recogida. Llego a

pensar que se ha perdido nuestro pedido

y lo digo, pero no, ahí sigue, en espera.

Joder, que son unos macnosecuantos

corrientes, que no hemos pedido nada

raro… Pues nada, a esperar. Finalmente,

hambrientos y hartos, recibimos nuestra

bandeja, devoramos la conocida bazofia

en 10 minutos (lo bueno es que aquí

nunca hay sorpresas, siempre sabes que

vas a comer la misma cataplasma

estandarizada), y vuelta a la calle.