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En breve (Nápoles no es muy grande)

llegamos a lo único que hay en Nápoles:

Spaccanapoli, la calle que no se llama así

pero que todo el mundo conoce por ese

nombre (y que, como no se llama así,

inicialmente pasamos de largo y toca

volver). Una callejuela larga y estrecha, con

pinta de peatonal pero repleta de motos que

pasan pitando y rozándote y suciedad por

todas partes (como todo Nápoles), que en

realidad es como un bazar o una calle del

rastro madrileño, pero más cutre. Bares,

pastelerías

(bastantes),

tiendas

de

chorradas, tiendas de baratijas, tiendas de

todo… A quien le gusten los bazares

norteafricanos le gustará esto, pero

nosotros no le vemos su supuesto encanto.

Compramos unas “

sfogliatella

”, el dulce

típico napolitano por excelencia junto con el

babá

” (bizcocho borracho de toda la vida).

Ya que Nápoles nos está pareciendo una

m…, al menos a ver si de verdad su comida está tan buena. Pues sí, está bueno, no hay dulce malo,

pero tampoco lo vemos para tanto.

A lo tonto, se nos termina Spaccanapoli y salimos a la zona comercial y más animada de Nápoles, la

calle Toledo. La misma mala pinta pero entramos en zona de calles más anchas, más gente, y mucho

tráfico. Los niños alucinan viendo burradas una tras otra: un coche se pone a girar 180º en medio de

la calle, las motos avanzan haciendo slalom entre los que van y los que vienen, los semáforos son para

alegrar el gris del lugar con sus luces… Mi hija no deja de alucinar, por más que le digo que sí, que en

Nápoles esto es lo normal, que aquí las normas de tráfico son… opcionales.

A nuestro lado se abre el barrio español, con una pinta tan cutre como el resto. Además, aunque

hemos leído que actualmente es más o menos seguro durante el día, ha sido tradicionalmente una

zona poco recomendable. Por lo que se ve desde las calles que se internan en él, no tiene pinta de

tener absolutamente nada que merezca la pena, así que por unanimidad decidimos pasar de él. A este

paso nos vamos a liquidar Nápoles en menos de una hora.

Casi sin querer, llegamos a la Plaza del Plebiscito. Yo no pensaba que fuésemos a llegar tan lejos. Pues

mira, es lo único medianamente decente de Nápoles, al menos se puede hacer una foto y que parezca

algo. Al lado está la galería Umberto I, un curioso aunque pequeño pasaje abovedado con cristal de

estilo principios del siglo XX. Un par de fotos para decir que hemos estado en Nápoles, y listos.

Spaccanapoli