

romano soy yo. Cuestión de expectativas. La pena es que la presentación es desastrosa: información
nula. Ausencia de cualquier información a todo lo largo y ancho de la excavación, y ni siquiera una
mísera explicación de la estructura típica de una casa romana a la entrada del complejo, para que
luego sepas identificar las distintas estancias. Un enclave como Pompeya necesitaría un centro de
visitantes en toda regla. Pero no: o vas con guía, o con conocimientos previos, o te pierdes muchos
detalles. Una pena.
Volvemos al camping justo para comer, como preveíamos. A primera hora pregunté hasta cuándo
podíamos quedarnos, y nos dijeron que podíamos irnos después de comer sin problema. El camping
es una mierda (baños inmundos, parcelas desocupadas utilizadas como parking por horas con el
consiguiente trasiego de vehículos, etc), pero al menos en recepción son majos, y poder quedarnos a
comer nos soluciona mucho. Inicialmente preveíamos pasar dos días aquí, pero queremos salir por
piernas, y al haber renunciado a ver Herculano, ya no tenemos más que hacer por la zona. Comemos,
enganchamos y nos vamos.
Nuestro destino está ahí al lado, a sólo 30 km, pasado Sorrento, pero Google indica una hora de
camino. Da igual, saliendo después de comer tenemos tiempo de sobra para llegar, instalarnos y de
todo. Vamos al camping Santa Fortunata, que es lo más decente que hemos encontrado por la zona,
y que nos servirá de base para visitar la famosa costa amalfitana, la que va de Sorrento hasta Salerno.
La carretera de Pompeya a Sorrento pronto se convierte en una carretera de montaña que recorre la
costa entre acantilados, curvas y túneles, y cruzando pueblos. Todo ello, con motos constantes que
adelantan sin visibilidad en uno y otro sentido. En esta zona, el verdadero peligro son las motos: están
locos, no sé cuántos muertos habrá en moto al año, pero de la forma que van, tienen que ser
bastantes, se juegan la vida en cada curva adelantando sin visibilidad. En cambio, a la forma de ir en
coche te acostumbras más o menos pronto: simplemente, se trata de entender que nadie va a cederte
el paso nunca, y que tienes que aprovechar los huecos cuando quieras pasar, que el que viene ya
frenará sin enfadarse, porque él haría lo mismo. Luego, curiosamente, en carretera circulan más bien
lentos. Excepto las motos, que esas van como locas.
Según la web de las excavaciones de Pompeya, las fuentes
deberían dar agua potable. Pero recientemente han descubierto
que es más rentable venderla en botellas. Mercurio se ríe de los
incautos que llegan pensando en rellenar sus cantimploras.