

A mitad de camino, atasco. Pero atasco de los buenos. Parados en un túnel, atasco de los de parar el
motor. Arranca, para, arranca, para. Así, tironcillo a tironcillo, hasta Sorrento. No recuerdo el tiempo,
pero hora y media mínimo para hacer 30 km. Cruzar Sorrento con la caravana, lleno de peatones
cruzando, motos haciendo slalom, y coches aparcados en doble fila, es algo tenso, pero se pasa. El
camping está más allá, entre acantilados, y llegamos sin mayor problema.
Es un camping grande y en terrazas, en la ladera del acantilado. Muy grande. Un camping de
vacaciones, sin lujos pero con buena pinta. Con ínfulas de resort sin serlo: sus servicios son los básicos
(supermercado, piscina y bar) pero los recepcionistas van con uniforme, tienen cochecitos de golf para
moverse por el camping, te acompañan en uno a ver la parcela…
Nos preguntan si tenemos reserva (no) y para cuántos días (mínimo 2, quizá 3), y nos acompañan por
una especie de carretera de montaña dentro del camping (esto es casi un acantilado) hasta una franja
de tierra encajonada entre la montaña y la calle. Vemos un montón de parcelas vacías, y nos quieren
meter en el peor sitio del camping. Mari Jose dice que ni hablar, que de qué va, que ahí no podemos
ni sacar la mesa y las sillas. La chica nos dice que es que la caravana es muy grande, y tiene que buscar
una parcela en la que quepa (ésta es larga, pero estrecha). Pues sí, la caravana es grande, pero cabe
en el 90% de las parcelas del camping. Vale, nos busca otra.
Nos ofrece otra cerca que ya no está del todo mal. No es una maravilla, pero aceptable. Estamos
comentando entre nosotros los problemas (que si este árbol es un estorbo, que si sombra no hay
mucha…) cuando de repente, por iniciativa propia, decide que subamos al cochecito que nos lleva a
otra: una maravilla. Un “pedazo de parcela” llena de sombra, cerca de los baños… perfecta. Si no
protestamos (bueno, si no protesta mi mujer, a la que le estaré por siempre agradecido
) nos
quedamos con la mierda que nos ofrecía en un principio. Supongo que las parcelas buenas las reservan
para los que van por más tiempo, y las peores las adjudican a los que estamos de paso, aunque nos
cobren lo mismo; esa misma tarde ya habían encasquetado la franja de tierra a una autocaravana.
Dedicamos la tarde a descansar y darnos un bañito en la piscina. Pasamos de Sorrento, que no tiene
nada (pueblo costero sin más) y disfrutamos de una tarde de relax y de las vistas de la bahía de
Sorrento, con el Vesubio a lo lejos, que contemplamos desde el propio camping.