

Debemos ser muy esaboríos, pero la pizza está buena, sí, pero tampoco es para ponerse de rodillas y
dar gracias a Dios por su existencia, como algunos parecen hacerte creer. Para ser de tomate pelao, la
verdad es que la comes a gusto, pero al fin y al cabo… es pizza. Nos sobra casi una entera y les pedimos
que nos la pongan para llevar. Recalentada no estará igual, pero no vamos a tirarla…
Sobre las 9 ya estamos fuera, de vuelta hacia el coche. Con el cierre de los comercios, las calles se han
vaciado de gente rápidamente, y eso en un entorno como el de Nápoles no da seguridad. Hacemos el
itinerario hacia el coche por la principal avenida. Hay algún hotel y todo, y bastantes coches, pero
apenas hay nadie por la calle. Vagabundos sí. Apretamos el paso.
Anochece rápido (1 hora antes que en España), y andar por Nápoles sin gente es como andar por el
Bronx. Nos sigue alguien. No digo nada, pero voy alerta, me mosquea y aprieto el paso aún más. No
nos decimos nada, pero Mari Jose se ha dado cuenta igual. No hablamos, estamos nerviosos.
Dejan de seguirnos. Sólo era un napolitano corriente que iba a coger su coche, quizás estemos algo
neuróticos, pero el entorno no tranquiliza. Mari Jose empieza a ponerse un poco histérica: el coche, a
ver si encontramos el coche, a ver cómo está el coche. Tranquila, venga, ya queda poco. Más que
andar, casi corremos, debe parecer que estamos de marcha atlética. Bueno, puede que exagere un
poco, pero… poco.
Cada vez más oscuro, cada vez menos gente, cada vez más basura, cada vez más vagabundos, cada
vez más edificios cutres llenos de pintadas… ¿Cuánto queda? Venga, ya queda poco. Sólo 10 minutos
más y llegamos. El coche… ¿estará el coche? Hemos sido (he sido) gilipollas, tenía que haberlo dejado
en un parking.
Voy mirando maps cada pocos minutos. Ya está, ya llegamos, está allí delante. Veo el coche, al menos
estar, está… ¿Pero tendrá las ventanillas intactas…?
Llegamos al lado del coche y Mari Jose no puede evitar echarse a llorar cuando lo ve entero e intacto,
está liberando de golpe toda la tensión. La plaza está vacía, sólo hay basura y pintadas. Probablemente
nos hemos pasado de suspicaces, probablemente nada de todo esto fuera para tanto, probablemente
estamos demasiado influidos por la mala fama de Nápoles… o no. Pero desde luego, no es un entorno
agradable, y menos cuando oscurece.
Subimos al coche y nos vamos al camping. Adiós, Nápoles. Hasta nunca.