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Día 6 – Rumbo a Nápoles

Hoy empieza lo nuevo. Hemos estado muchas veces en Italia, pero nunca hemos ido más allá de Roma.

Hoy salimos hacia Nápoles y Pompeya. Terra incognita. Para los adultos, va a ser la única visita nueva

de estas vacaciones, así que hay curiosidad. Lo malo es que prácticamente acabamos de empezar las

vacaciones, y Roma y, sobre todo, el calor, nos ha dejado ya agotados. Debemos estar viejos, pero sólo

pensamos en acortar días para poder añadirlos a los tres que planeamos descansar a la vuelta en la

playa.

El viaje hasta Nápoles es cómodo, todo autopista. De peaje, claro. En Nápoles no hay ni un solo

camping (no me extraña), se acumulan todos en Pompeya. Muchos, pero todos malos, según he

deducido de los comentarios por internet. Hemos elegido el que parece algo menos malo, el Pompei

Village, pero sabemos que debemos ir prevenidos. El de Roma no nos ha gustado, pero éste será peor.

La idea inicial era visitar Pompeya y Herculano. Pero el recuerdo de nuestra visita al foro y el Palatino

en Roma nos da terror: Pompeya por sí sola requiere unas 9 horas si se quiere ver entera de forma

exhaustiva, pateando piedras a pleno sol. Herculano es mucho más pequeño, 2-3 horas, pero estamos

hechos polvo. Joder, es lo único nuevo para Mari Jose y para mí de todo el viaje, y sobre todo a Laura

y a mí nos apasiona todo lo romano, pero sólo de pensar en sufrir dos días de patear ruinas al sol nos

dan ganas de llorar. Con mucho dolor, decidimos elegir: suprimiremos Herculano. Nos jode, nos da

mucha pena, nos hacía ilusión, pero es que sabemos que no lo vamos a disfrutar, no merece la pena.

Leches, que estamos de vacaciones y esto parece una sesión de tortura, por culpa del calor. Por

supuesto, nos olvidamos también de la villa de Oplontis, que teníamos como opcional. Y quizás hasta

ganemos un día más de playa, un merecido premio como final de vacaciones…

Llegamos al camping. Minúsculo, pero no tiene mala pinta. Parcelitas con césped delimitadas por

setos, no muy grandes, pero nos dejan aparcar el coche en otro sitio y nos da para instalarnos

cómodamente. Hemos llegado temprano, así que nos instalamos y, por primera vez en Italia, hacemos

una comida casera a medio día; hasta ahora, habíamos derivado los platos fuertes y caseros a las

tardes-noches, al estilo europeo, comiendo a medio día algo ligero mientras turisteábamos de acá

para allá. Hoy incluso tomamos café cómodamente sentados en nuestra parcela a la sombra de un

árbol, y el camping no nos está pareciendo que esté tan mal… hasta que tenemos que usar los

fregaderos y los baños.

No hay fregaderos. El minicamping es la trasera de un restaurante de carretera, y para fregar hay que

ir a la lavandería del restaurante, donde hay un fregadero entre lavadoras, tablas de planchar, y

montañas de manteles lavados o por lavar. Pero los baños es lo peor…

Recuerdo los baños de gasolinera de mi infancia. Lugares infectos a los que sólo debías entrar en caso

de emergencia. Lavabos ennegrecidos, grifos pringosos, baldosines mugrientos y rotos, tazas a las que

mejor apuntar desde lejos… ¿os suena? Pues algo así era lo que había allí. Una taza y un lavabo para

todo el camping, en esas condiciones. La ducha, me asomé ligeramente… del mismo estilo, y sin un

mísero gancho donde colgar nada. Creo que hoy no me ducho, mañana será otro día…

Tenemos la tarde libre, así que decidimos ir a ver Nápoles, que sabemos que no tiene nada que ver,

pero habrá que verlo. Lo que sí dice todo el mundo es que en Nápoles se come muy bien, tanto pizza

napolitana como auténtica comida casera italiana o ricos dulces típicos. Así que veremos lo poco que

haya que ver y cenaremos allí.