

El plan para hoy es ligero. De hecho, casi no hay plan. Improvisamos: algunas iglesias, y los niños no
quieren perderse el morbo de la cripta de los capuchinos, después de haberles descrito lo
impresionante que resulta ese culto a la muerte. Está aquí al lado, así que allá vamos.
Llegamos a Vía Veneto, que ya no es lo que era a principios del siglo pasado, y allí está la Chiesa di
Santa María della Conzecione dei Capuccini. Hace años, nada indicaba que allí hubiera algo digno de
ver, y la existencia de la cripta era casi un secreto reservado a unos pocos. Ahora, la fachada de la
iglesia está llena de grandes pancartas que anuncian la posibilidad de visitarla. Algo que anticipa lo
que nos espera: los precios se han disparado. Cuando estuvimos hace años no recuerdo cuánto costó,
pero era casi un donativo, 1 ó 2€. Ahora son 6€ por barba, incluso los que no la tienen (niños incluidos).
24€ por 5 minutos de visita nos parece un robo, y una vez que ya lo has visto una vez, aquello no
merece la pena repetirlo, así que les preguntamos a los niños si se atreven a visitarlo solos. Nos dicen
que sí, sin problema (ya digo, a estos les va el morbo), pero cuando intentamos sacarles entradas para
ellos solos, el de la taquilla se escandaliza, nos mira como si estuviéramos locos o fuésemos unos
padres irresponsables: no, no, tienen que ir acompañados de un adulto. Joder, si la cría tiene ya 17
años. Pues no. Así que me toca repetir muertos y soltar la guita. Mari Jose, entre tanto, a disfrutar
sentada al fresco en la “
chiesa
”.
Cómo ha cambiado esto: para justificar el
sablazo, han hecho un museo previo a la cripta, a
la que antes bajabas directamente, sin más. Un
coñazo: libros y hábitos de capuchinos, y mucho
letrero. Nos importa un pimiento la historia de los
padres capuchinos, queremos ver a los muertos,
y allá que vamos sin pararnos.
Siendo mi segunda vez, la cosa ya no impresiona
igual. Al contrario, casi me decepciona un poco,
frente a la sorpresa y el impacto de la primera
vez. Pero lo que me sorprende es cómo estos dos,
sobre todo el pequeño, se pasean entre los
huesos y las momias como si tal cosa, como si
fuera lo más normal del mundo. Joder, si a mí la
primera vez me dio un poco de aprensión,
pensando que iba a rozar aquellas paredes de
huesos, o que mi cabeza iba a tocar las lámparas
hechas de vértebras, mientras el esqueleto
recubierto de piel reseca con la mandíbula caída
me miraba fijamente a los ojos… Pues nada, estos
disfrutan: mira esa mano reseca… mira éste cómo
tiene todavía trozos de piel a cachos en el
cráneo… mira ese angelito asesino que han hecho
con una calavera y unos omóplatos a modo de
alitas… La leche, a estos ya no les asusta nada…
Salimos y seguimos improvisando. Toca ver iglesias, que hay varias interesantes cerca. A Santa María
della Vittoria, que Laura quiere ver el Éxtasis de Santa Teresa, de Bernini (¿de dónde le ha salido a ésta
tanto amor por el arte?). Desde allí, tenemos al lado Santa María degli Angeli e dei Martiri, que es
curiosona por estar construida aprovechando las termas de Diocleciano, y conserva enormes
La cripta de los capuchinos. ¿Que no se ve nada?
Es que había poca luz… Mejor venir aquí sin haber
visto imágenes previas.