

Londres y el sur de Inglaterra
Página 168
que lo remata, que ya nos está indicando la cercanía de uno de los emblemas de la ciudad.
El Guggenheim nos espera. Atracado a la orilla de la Ría, todo titanio y cristal. Nos sumergimos en
este magnífico museo para terminar un día que nos ha transportado desde la Edad Media a la más
fulgurante modernidad,
Rut as a p i e
La villa no es una sola y conocerla requiere zambullirse en su vida. Perderse entre los comercios y los
bares de su Casco Viejo, de sus Siete Calles, asomarse a los grandes negocios del Ensanche, comer
en sus múltiples restaurantes, visitar sus templos, disfrutar de la Ría desde el nuevo Bilbao que se
asoma a ese camino que nos lleva a la mar, al Abra.
P r imer ensanche
A principios del siglo XIX la Villa de Bilbao salta la Ría. Las estrechas calles del Casco Viejo se han
quedado pequeñas y se diseña una nueva ciudad moderna y
luminosa. La burguesía quiere reflejarse en Europa y los
modelos a seguir son París y Londres.
Plaza Circular
Don Diego López de Haro, Señor de Bizkaia, funda la villa en
1300, y aún la vigila desde lo alto de su monolito en la Plaza
Circular
rodeado
del
centro
de
negocios
de
esta pujante ciudad. Los tilos dan sombra y perfume a
la Gran Vía invitándonos a pasear, a mirar tiendas y a
admirar fachadas.
Gran Vía/Jardines de Albia
Los bocas del metro conocidas popularmente como
“fosteritos” nos animan a introducirnos en el interior de
la ciudad: entre cristal y acero, entre luz y hormigón.
Por la calle Berastegui se atisva el vergel de los
Jardines de Albia donde nos dirigimos. En estos
jardines la piedra se mezcla con cristal que el "ser" de una ciudad que se mira y mira fuera.
Escondida entre árboles y casas se asoma la espadaña de San Vicente, la vieja parroquia gótica
tardía de la Anteiglesia de Abando. Por la Alameda Mazarredo volvemos a la Gran Vía.
Alameda Urquijo/Bertendona
Las sedes del Banco de España y del BBVA nos conducen hacia la Alameda Urquijo y a la Residencia,
iglesia neogótica de piedra y ladrillo de los Jesuitas, entre fachadas eclécticas y miradores.
Continuamos por Urquijo hasta encontrar a nuestra izquierda Bertendona. En esta calle descubrimos
el Teatro Campos que parece tener vergüenza de ser diferente, de ser
modernista. Contrasta con la rotunda monumentalidad de su vecino, el
edificio de Correos, ejemplo de la arquitectura franquista, que sin
complejos mira hacia Urquijo.
Calle Elcano
Continuamos hacia la calle Elcano. A nuestra derecha, la Escuela
Universitaria nos indica el camino de la calle Licenciado Poza, donde
encontramos el Edificio Guridi, modernista, y el Instituto Central. Atenea
parece mirar y guardar la Biblioteca Foral desde su hornacina, en la
esquina con Rodríguez Arias. Por esta calle nos dirigimos hacia la calle
Diputación, peatonal, donde nos esperan los bares y la cultura que en