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Londres y el sur de Inglaterra

Página 171

Rut a de l os puen t es

La Ría atraviesa Bilbao y deja de ser río para mezclarse

con el mar. Es su arteria principal y su última razón de

ser. La villa nace para ser un puerto allí donde la Ría

dejaba que la cruzasen. Con el paso del tiempo llegaron

los puentes bajo los que la Ría recorre su camino

acercándose al Abra, al mar.

Puente de San Antón

Al lado de esta iglesia, aunque no donde estuvo

durante siglos, se levanta parte del escudo de Bilbao:

iglesia y puente de San Antón, con sus lobos. Por aquí entraban las acémilas de mulas y volvían a

Castilla con las mercancías de otras tierras y el hierro vizcaíno. Cruzamos este puente como lo

hicieron tantos mercaderes y bajamos hasta el Muelle de Marzana por una escalera lateral.

Puente de la Ribera

Paseando por el Muelle de Marzana vemos las traseras solemnes de las casas de Bilbao la Vieja,

cuyos bajos acogen la cocina hecha arte o parte de la modernidad de la villa. El Mercado de la Ribera,

en la otra orilla, como un barco varado en el viejo puerto, esperando a zarpar repleto de puestos y

vida. Llegamos ante el heredero del puente de la canción:

No hay en el mundo Puente Colgante

Más elegante que el de Bilbao...

Hoy mucho más modesto después de ser

destruido y reconstruido en más de una ocasión.

Puente de la Merced

Por los pantalanes nos acercamos a la Merced

bajo la mirada de la Ceres, primer edificio

construido en hormigón en Bilbao. La antigua

iglesia de la Merced, reconvertida hoy en Sala

Bilborock, se mira en la Ría dando la espalda al

barrio de San Francisco que con sus miradores se

encarama hacia las minas.

El puente es un excelente mirador ya que nos ofrece unas magníficas vistas sobre San Antón y la

Ribera, el Arriaga y el Ensanche y el rascacielos de Bailén, la primera vez que Bilbao quiso acercarse

al cielo. No dejemos de buscar la suerte tocando esos animales grotescos de sus farolas: leyenda

urbana hecha hierro.

Puente del Arenal

Bordeando el Casco Viejo nos llegan los rumores y olores de los bares, de los pintxos; hasta llegar al

Teatro Arriaga donde las cariátides y los atlantes nos reciben y nos muestran el Puente del Arenal, el

que antes tuvo nombre de reina. Desde la otra orilla el colorido de la Estación de Santander, la

Concordia, contrasta con la cúpula de la Sociedad Bilbaína. Pero el Arenal nos llama y por allí

seguimos entre las ramas de tilos y plátanos,

muelle y tinglados.

Puente del Ayuntamiento

La Casa de la Villa nos espera frente a su puente;

pensado para ser abierto aunque ya no lo hace. A

un lado de la casa consistorial, la bandera de

Bilbao sobre el Banco de Beteluri y en la

fachada, las esculturas de heraldos y maceros