

Londres y el sur de Inglaterra
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Rut a de l os puen t es
La Ría atraviesa Bilbao y deja de ser río para mezclarse
con el mar. Es su arteria principal y su última razón de
ser. La villa nace para ser un puerto allí donde la Ría
dejaba que la cruzasen. Con el paso del tiempo llegaron
los puentes bajo los que la Ría recorre su camino
acercándose al Abra, al mar.
Puente de San Antón
Al lado de esta iglesia, aunque no donde estuvo
durante siglos, se levanta parte del escudo de Bilbao:
iglesia y puente de San Antón, con sus lobos. Por aquí entraban las acémilas de mulas y volvían a
Castilla con las mercancías de otras tierras y el hierro vizcaíno. Cruzamos este puente como lo
hicieron tantos mercaderes y bajamos hasta el Muelle de Marzana por una escalera lateral.
Puente de la Ribera
Paseando por el Muelle de Marzana vemos las traseras solemnes de las casas de Bilbao la Vieja,
cuyos bajos acogen la cocina hecha arte o parte de la modernidad de la villa. El Mercado de la Ribera,
en la otra orilla, como un barco varado en el viejo puerto, esperando a zarpar repleto de puestos y
vida. Llegamos ante el heredero del puente de la canción:
No hay en el mundo Puente Colgante
Más elegante que el de Bilbao...
Hoy mucho más modesto después de ser
destruido y reconstruido en más de una ocasión.
Puente de la Merced
Por los pantalanes nos acercamos a la Merced
bajo la mirada de la Ceres, primer edificio
construido en hormigón en Bilbao. La antigua
iglesia de la Merced, reconvertida hoy en Sala
Bilborock, se mira en la Ría dando la espalda al
barrio de San Francisco que con sus miradores se
encarama hacia las minas.
El puente es un excelente mirador ya que nos ofrece unas magníficas vistas sobre San Antón y la
Ribera, el Arriaga y el Ensanche y el rascacielos de Bailén, la primera vez que Bilbao quiso acercarse
al cielo. No dejemos de buscar la suerte tocando esos animales grotescos de sus farolas: leyenda
urbana hecha hierro.
Puente del Arenal
Bordeando el Casco Viejo nos llegan los rumores y olores de los bares, de los pintxos; hasta llegar al
Teatro Arriaga donde las cariátides y los atlantes nos reciben y nos muestran el Puente del Arenal, el
que antes tuvo nombre de reina. Desde la otra orilla el colorido de la Estación de Santander, la
Concordia, contrasta con la cúpula de la Sociedad Bilbaína. Pero el Arenal nos llama y por allí
seguimos entre las ramas de tilos y plátanos,
muelle y tinglados.
Puente del Ayuntamiento
La Casa de la Villa nos espera frente a su puente;
pensado para ser abierto aunque ya no lo hace. A
un lado de la casa consistorial, la bandera de
Bilbao sobre el Banco de Beteluri y en la
fachada, las esculturas de heraldos y maceros