Viajes por Europa (III parte). Castillos del Loira (II parte), Valle del Mosela, Selva Negra y Austria.
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La visita al Nido del Águila
El acceso al Nido del Águila se realiza por una serpenteante y tortuosa carretera de unos ocho
kilómetros de longitud que está dividida en dos tramos; los primeros tres que hay hasta el parking
y otros cinco más hasta llegar a la explanada donde nos deja el autobús para coger un ascensor.
Esta carretera está considerada como una de las mejores de alta montaña de Europa y es un
prodigio de ingeniería ya que está construida en la roca.
Unas alarmantes señales de peligro nos indican el porcentaje de rampa de la carretera: ¡¡¡24%!!!
Como decía mi abuelo, “el que venga detrás que arreé”. Durante los 3 kilómetros que dura la
subida hasta el parking, no recuerdo usar la tercera marcha; la primera y la segunda se hacen
dueñas del ascenso. Al llegar a una rotonda, muy bien indicado, por cierto, nos encontramos con
el parking. A partir de este punto está prohibido subir con cualquier tipo de vehículo, sólo puede
hacerse en autobús. Esta carretera la construyeron los nazis sólo para las obras de construcción
de la casa y, con posterioridad, para que pudiesen acceder a ella Hitler y sus “honorables”
visitantes.
Lo dicho, tras unos minutos de sufrido ascenso, llegamos al parking donde está permitido el
estacionamiento de autocaravanas. Después de dar unas pocas vueltas por el aparcamiento, y
después de esperar pacientemente durante más de 20 minutos a que se quedase algún sitio
vacío, decidimos aparcar provisionalmente en el parking de autobuses. En nuestro descargo
diremos que de las ocho o diez plazas que hay, sólo dos están ocupadas. Tras consultar la
idoneidad de la idea con el conductor de un autocar italiano, optamos por hacer oficial el
aparcamiento. No sin ciertos temores a una posible multa, nos dirigimos a las taquillas de la
estación de autobuses que nos llevarán hasta arriba. Está claro que aparcar aquí se ha vuelto
algo imposible, las tres autocaravanas que acaban de llegar lo corroboran.
Cuando llegamos a la estación de autobuses hace mucho frío. Unas grandes nubes grises
impiden que el sol apunte un poco de calor. La gente va y viene con prisas ya que los autobuses
suben y bajan con un horario inflexible, cualquier descuido te deja en tierra. Corro veloz a la
autocaravana a por una chaqueta de abrigo ya que me he venido en manga corta y bermudas.
Junto a nosotros ya han aparcado las tres autocaravanas de las que antes hablé. Más que nunca
se hace efectivo el refrán de “Donde va Vicente, va la gente”. El panel informativo de la taquilla
nos marca la temperatura. Arriba, en el Nido del Águila hay 9º; aquí abajo, 15º. Definitivamente
hace frío. Echo un rápido vistazo a mí alrededor y veo que los cuatro autobuses que nos van a
subir a la cima están a punto de salir. Raudos y veloces nos dirigimos a la taquilla para sacar los
tickets.
Primera sorpresa: los precios son desorbitados. 14€ los adultos y 7€ los niños. Quiero pensar que
cuando la Fundación Berchtesgaden se hizo cargo de la gestión de todo este conglomerado de
edificios, lagos y montañas, no se encontraría la hipoteca del Nido del Águila sin pagar, de lo
contrario no se entiende tamaña desmesura de precios. 34 eurazos por subir en autobús creo que
es una pasada. Socibús te cobra bastante menos por el trayecto Madrid-Sevilla. El caso es que a
la hora en punto, ni más ni menos (esto no se parece en nada a los autobuses urbanos de
Aranjuez), los cuatro autobuses se ponen en marcha. Para aquellos que decidan ahorrarse los
euros del autobús, sólo decirles que desde este punto se estiman no menos de dos horas hasta
llegar a la cima. Tenedlo en cuenta por si osáis tamaña aventura.
Si la primera parte de la carretera era de órdago, ésta no lo es menos. El autobús sube
serpenteando por la estrecha carretera a una velocidad frenética para la anchura de la misma.
Cinco minutos después nos deja en una explanada desde la que se vislumbra, a duras penas, la
casa a modo de cuartel general de Hitler.